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89).-Juicio criminal de Adolf Eichmann.-a

Carla Nicol Vargas Berrios

Introducción

Después de la Segunda Guerra Mundial el criminal de guerra nazi Adolf Eichmann huyó de Austria hacia la Argentina en donde vivió bajo el nombre de Ricardo Klement. En mayo de 1960, agentes del servicio de seguridad israelita atraparon a Eichmann en la Argentina y lo llevaron a Jerusalén para enjuiciarlo en una corte israelí. Eichmann declaró desde una cabina de cristal a prueba de balas
El juicio de Eichmann despertó el interés internacional, trayendo las atrocidades nazis a la vanguardia de las noticias del mundo. Los testimonios de los sobrevivientes del Holocausto, especialmente de los combatientes de los ghettos como Zivia Lubetkin, generaron interés en la resistencia judía. El juicio incitó una nueva oportunidad en Israel; muchos sobrevivientes del Holocausto se sentían capaces de compartir sus experiencias mientras que el país enfrentaba este capítulo traumático.

Juicio

El procurador general de Israel, Gideon Hausner, firmó una acusación contra Eichmann por 15 cargos, incluyendo crímenes contra la gente judía y crímenes contra la humanidad.

Los cargos contra Eichmann fueron numerosos. Después de la conferencia de Wannsee (enero de 1942), Eichmann coordinó las deportaciones de los judíos de Alemania y de otras partes de Europa occidental, meridional y norteña, a los campos de exterminación (a través de sus representantes Alois Brunner, Theodor Dannecker, Rolf Guenther, Dieter Wisliceny y de otros de la Gestapo). Eichmann planeó la deportación detalladamente. Trabajando con otras agencias alemanas, determinó cual sería la deportación apropiada de los judíos y se aseguró que su oficina se beneficiara de los activos confiscados. También coordinó la deportación de diez mil gitanos (Romaní/Sinti)
Eichmann también fue acusado por ser miembro de organizaciones criminales - Tropas de Asalto (SA), Servicio de Seguridad (SD), y la Gestapo - las cuales ya habían sido declaradas organizaciones criminales en 1946 en el veredicto del juicio de Núremberg. Como jefe de la sección de la Gestapo para asuntos judíos, Eichmann coordinó con el jefe principal de la Gestapo, Heinrich Mueller, un plan para expulsar a los judíos de Alemania a Polonia, lo cual fijó el patrón para las deportaciones futuras.
Por esos y otros cargos más, Eichmann fue encontrado culpable y condenado a muerte. El 1 de junio de 1962 Eichmann fue ahorcado. Su cuerpo fue cremado y las cenizas fueron esparcidas en el mar, más allá de las aguas territoriales de Israel. 

Análisis 


El juicio de Eichmann


“Entró a la cabina de vidrio a las 8.55. Sin aviso previo. Sencillamente entró y se sentó. Alto, delgado, vestido con un traje oscuro, camisa blanca planchada, corbata. Dos policías silenciosos a los costados. Eso es todo. En la sala y la galería – colmadas a más no poder - se impuso el silencio. No se escuchó ninguna voz que clamara o gritara. Todos lo miran, se levantan, sacan libretas, comienzan a anotar sin mirar lo que escriben.

Él está sentado como una estatua. Qué es eso, voluntad férrea para permanecer en silencio o insensibilidad de quien no comprende quién es. Todos lo miran como hechizados: israelíes y americanos y europeos y asiáticos y africanos. Muchos son compatriotas – los alemanes.
Cinco largos minutos continuó ese silencio. ¿Tensión? – no. ¿Conmoción? – no. ¿Dolor? – no. Creo que soy parte de un caos silencioso que todavía no se definió.
Al apartar la vista de él por un momento observo siete togas negras. Gente que me da la espalda. Cinco de nuestra fiscalía, dos de su defensa. Y el silencio continúa, molestado por un murmullo cabarético de cientos de personas que piden a sus instintos que no los traicionen”7.

El 10 de abril de 1961, después de meses de investigaciones y recolección de información intensivas, se abrió el juicio de Adolf Eichmann en el Beit Ha’am de Jerusalén, ante tres jueces de la corte de distrito. El presidente del tribunal era el juez de la Suprema Corte de Justicia Moshé Landau, y a su lado el presidente de la corte de distrito de Jerusalén Binyamín Halevy y el juez del distrito de Tel Aviv , Itzjak Ravé. La acusación estaba a cargo del fiscal general del estado, Guideón Hausner, y el abogado defensor era el Dr. Robert Servatius de Alemania, que había representado anteriormente a algunos de los acusados en juicios contra los principales criminales de guerra en Nuremberg.

En el sitio en que me encuentro hoy ante ustedes, jueces de Israel, para demandar contra Adolf Eichmann, no me encuentro solo: conmigo se levantan aquí en este momento seis millones de demandantes. Pero ellos no tienen la posibilidad de comparecer en persona, de apuntar hacia la cabina de vidrio un índice vengador y gritar, dirigiéndose a aquel que está sentado en su interior ¡YO ACUSO! Porque sus cenizas han sido amontonadas entre las colinas de Auschwitz y los campos de Treblinka, sus huesos esparcidos en los bosques de Polonia y sus tumbas dispersadas a través de toda Europa. Por eso seré yo su portavoz, y en su nombre levantaré esta acta de acusación terrible.

Con esas palabras comenzó el fiscal Guideón Hausner el discurso inicial que se grabó en la conciencia pública israelí como uno de los símbolos del juicio. Era la primera vez que un juicio estaba centrado en el Holocausto judío en Europa, con sus etapas y matices. Al contrario de juicios anteriores, como los de Nuremberg, en los que el tema judío ocupó un lugar marginal. La captura de Eichmann y su traslado a Israel para ser juzgado tuvo una gran resonancia en el mundo entero. La sala estaba repleta de periodistas de muchos países e idiomas venidos a informar acerca del juicio. Una pequeña parte del juicio fue trasmitida por la radio de Israel. Además la radio difundía diariamente un boletín especial sobre el proceso, a pedido del público.

Al comienzo el abogado defensor Servatius presentó ante los jueces el argumento de que Israel no tiene jurisdicción para juzgar a Eichmann por varios motivos: el temor de que los jueces, miembros del pueblo judío y ciudadanos de Israel, no estén en condiciones de brindar a Eichmann un juicio imparcial; no se debe realizar el juicio dado que el acusado fue raptado de su domicilio en la Argentina y transportado ilegalmente a Israel; la “Ley de enjuiciamiento de los nazis y sus colaboradores”, 5710-1950, según la cual se procesa al acusado, pretende penalizar hechos que no estaban definidos como delito en el momento que fueron realizados, escapa a lo aceptado en el derecho penal, y por lo tanto es irrelevante; todos los delitos que aparecen en la carta de acusación fueron realizados fuera del territorio del Estado de Israel e incluso antes de su creación. La corte rechazó todos y cada uno de los argumentos.

 En cuanto a la argumentación relativa a la carencia de objetividad de los jueces por su judaísmo, el juez Landau respondió que “el juez, al emitir juicio, no deja de ser una criatura de carne y hueso, con sentimientos e instintos; sin embargo está obligado por la ley a reprimir esos sentimientos e instintos, porque de no hacerlo no podría estar nunca capacitado para tratar una acusación penal que provoca sentimientos de rechazo, como la traición, el asesinato o cualquier crimen grave”. Después del rechazo de los argumentos mencionados el acusado debió responder a las acusaciones que le fueron presentadas por la corte – el auto acusatorio comprendía 15 cargos relativos a crímenes contra el pueblo judío, crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra y asociación a una organización hostil -; a todos Eicmann contestó: “En el espíritu del auto acusatorio – inocente”.

A continuación fueron presentadas las pruebas ante la corte. Por medio de más de cien testigos y alrededor de 1.600 documentos, la mayoría de ellos firmados por el mismo Eichmann, la acusación desplegó ante a los jueces la historia del Holocausto judío en Europa, en los distintos países, incluida la etapa de las persecuciones, la legislación antijudía, el expolio de bienes, la localización de los judíos y su concentración en guetos y campos, y su humillación y asesinato sistemático. La acusación tenía la intención de presentar a Eichmann, que había actuado como jefe del departamento judío de la Gestapo, como el responsable de todas las etapas de la ejecución del exterminio.
La defensa no negó la veracidad de los hechos presentados ante el tribunal, pero trató de disminuir la parte de Eichmann en los distintos sucesos y mostrarlo como un “eslabón pequeño” del sistema, que se vio obligado a cumplir órdenes emitidas por sus superiores.
Llegó el turno de la fiscalía de demostrar el papel central cumplido por Echmann en la “solución final”. Israel contuvo la respiración mientras los testigos desvelaban sus historias y conmocionaban a los oyentes. Gran parte de los visitantes en la sala consistía de sobrevivientes, que por primera vez podían relatar su historia en público.
Durante el juicio los testigos expusieron descripciones duras y emotivas que la mente y el corazón se negaban a aceptar. Estas tuvieron el efecto de marcar una transición en la forma en que la sociedad israelí se relacionaba con el Holocausto y los sobrevivientes. Algunos de los testigos se convirtieron en símbolos del juicio, y por consiguiente de la Shoá.

Como ya se señaló, la defensa trató de aminorar la parte cumplida por Eichmann en el Holocausto, sin negar la validez de los documentos presentados. “La defensa presentará pruebas a su argumento de que el acusado no era parte del estrato de la dirigencia política que toma decisiones, la que emite órdenes, sino que formaba parte del rango menor, que las recibe […] Una parte importante se referirá a la alegación escuchada, de que el acusado participó de forma directa en el exterminio de judíos. La defensa presentará pruebas de que el acusado no tiene responsabilidad sobre los exterminios realizados. Se comprobará que no los ordenó y tampoco los llevó a cabo […] Y finalmente el acusado presentará su posición respecto a la posibilidad de cumplir o desobedecer las órdenes que recibió. Se comprobará que no tenía esas posibilidades […]”

Eichmann explicó con sus propias palabras la esencia de la obediencia ciega al sistema nazi: “Sr. Superintendente, si me hubieran dicho en esa época: ‘tu padre es un traidor’, o sea mi propio padre es un traidor y debo matarlo, lo habría hecho. Yo obedecí las órdenes ciegamente y cumplí las órdenes con ciega disciplina […] Cómo se llamaba y cómo no podíamos imaginárnoslo, ninguna otra cosa, la lucha por el destino del pueblo alemán, y consecuentemente cualquier misión que se me encomendase, Sr. Superintendente"

La defensa trató de traer a Israel testigos que habían formado parte del aparato gubernamental nazi, con la condición de que recibieran inmunidad, lo cual fue rechazado categóricamente. De tal modo que Eichmann fue el único testigo de la defensa. Con oraciones largas, cargadas de términos burocráticos, describió la ramificaciones del gobierno nazi, y repitió que fue solamente parte de un sistema amplio, en el que se vio compelido a cumplir su papel. A medida que se extendía su testimonio, fue haciendo menguar su lugar en el exterminio de los judíos a dimensiones ridículas.

Sobre esto escribió Jaim Guri: “Al principio creíamos que era ‘oficial de transporte’, luego lo degradamos a ‘sargento de vehículos’. Hoy fue una ‘pequeña funcionaria’, ‘dactilógrafa’, que pasa cartas y telegramas de arriba abajo y de abajo arriba, y también a los costados. Otra semana más de testimonio y romperemos a llorar amargamente, pediremos que sea liberado, junto a pedidos sinceros de disculpa por la falsa acusación, acompañados de una indemnización”.

Su cinismo continúa la línea seguida por los titulares de la prensa al conocerse la captura de Eichmann. Ésta no se dejó limitar por el sub judice, como lo había exigido el ministro de justicia Pinjas Rozen, y condenó a Eichmann aún antes de comenzar el juicio. La versión presentada por la defensa fue rechazada después de que la acusación demostró la identificación de Eichmann con las tareas a las que fue asignado. Más aún, hacia el fin de la guerra esa identificación se volvió obsesiva en todo lo concerniente al exterminio de los judíos. 
Este hecho se manifiestó plenamente cuando fue enviado a Hungría en 1944 para llevar a cabo la deportación de los judíos a Auschwitz. A pesar de los intentos del acusado de justificar sus acciones como provenientes de la obediencia a sus superiores, el argumento fue rechazado.

Los testigos

Hausner seleccionó, en colaboración con los oficiales del Departamento 06 y el mismo Ben Gurión, 110 testigos. La mayoría, tal como ya se ha dicho, nunca vieron a Eichmann antes del juicio, y su historia no tenía relación directa con sus acciones. Hausner convocó a los testigos inmediatamente después de que el historiador Salo W. Baron concluyó su disertación sobre los judíos europeos antes de la guerra. Uno a uno subieron al banquillo de testigos y contaron lo acontecido a los judíos bajo el régimen nazi: país tras país, gueto tras gueto y campo tras campo. Gran parte de los visitantes en la sala consistía de sobrevivientes, que por primera vez podían relatar su historia en público.
Durante el juicio los testigos expusieron descripciones duras y emotivas que la mente y el corazón se negaban a aceptar. Estas tuvieron el efecto de marcar una transición en la forma en que la sociedad israelí se relacionaba con el Holocausto y los sobrevivientes. Algunos de los testigos se convirtieron en símbolos del juicio, y por consiguiente de la Shoá.

Durante el juicio Hausner insistió en la pregunta “¿Por qué no os rebelastéis?”, presente en la sociedad israelí desde el fin de la guerra. Desde el punto de vista del fiscal, no era una pregunta recriminatoria sino un intento de comprender la realidad compleja de la época.

El juicio finalizó en agosto de 1961, y el veredicto fue dictado en diciembre de ese año. Adolf Eichmann fue declarado culpable de crímenes contra el pueblo judío, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra – e inocente de asociación en una organización hostil – de acuerdo a la la “Ley de enjuiciamiento de los nazis y sus colaboradores”, 5710-1950. Fue condenado a morir por la horca. La apelación presentada por su abogado a la Suprema Corte de Justicia fue rechazada. El 29 de mayo de 1962 el presidente de la Corte Suprema, Itzjak Olshan, confirmó la sentencia, después de que el presidente Itzjak Ben Zvi rechazó el pedido de clemencia. Eichmann fue ejecutado en la cárcel de Ramla. Su cuerpo fue incinerado y las cenizas desparramadas en el Mar Mediterráneo, fuera de la aguas territoriales de Israel.

El juicio tuvo una repercusión enorme en Israel y en el mundo. En la mayoría de los países fue definido como la encarnación de la justicia histórica. En Israel la juventud se vio por primera vez cara a cara con la historia del Holocausto, sin intermediarios, de boca de los sobrevivientes. En esta ocasión decantó la comprensión de porqué los judíos no pudieron oponerse al exterminio, y la expresión “como ovejas al matadero” - tan utilizada hasta entonces - comenzó a diluirse y desaparecer. Como consecuencia del proceso fueron enjuiciados criminales nazis en Alemania y otros países europeos. Asimismo se intensificó el interés en la investigación del Holocausto, y muchos sobrevivientes se animaron a escribir sus historias personales durante la época.
“Después de este juicio, realizado en Jerusalén, puedo, por lo menos, tocar los libros que no me animaba a tocar antriormente. Tengo el valor de decir esto más allá del miedo y la vergüenza […] Este mundo volverá a esta historia y se detendrá frente a ella. La humanidad seguirá guardando la memoria de las cámaras de gas. Sin someterla. Los años 1940 serán la línea divisoria entre las eras”

Biografías



Gideon Hausner ( 1915 - 15 de noviembre de 1990) fue un jurista y político israelí . Entre 1960 y 1963, se desempeñó como Fiscal General y más tarde fue elegido miembro de la Knéset y sirvió en el gabinete .


Hausner es más conocido por liderar el equipo de fiscales en el juicio por crímenes de guerra de Adolf Eichmann en Jerusalén en 1961. A Hausner se le atribuye generalmente la exposición del Holocausto al mundo en audaces interrelaciones  de Eichmann, pero fue criticado por su espectacularidad.  Su habilidad judicial también sentó el precedente de que la defensa "Solo estaba siguiendo órdenes" no es válida si tales órdenes son totalmente criminales e ilegales. La fiscalía logró demostrar la culpabilidad de Eichmann, y Eichmann fue declarado culpable de todos los cargos, incluidos los crímenes contra la humanidad y los crímenes contra el pueblo judío. Fue sentenciado a muerte.

Hausner nació en Lviv , la capital del Reino de Galicia y Lodomeria , una provincia de Austria-Hungría (ahora Ucrania ), del rabino economista judío polaco y sionista Bernard Hausner , que más tarde fue miembro del Sejm polaco.  Él emigró a Palestina del Mandato de Polonia en 1927, cuando su padre tomó el cargo de asesor económico del Gobierno Polaco primero en Haifa y más tarde en Tel Aviv. Hausner asistió a la escuela secundaria en Tel Aviv antes de estudiar filosofía en la Universidad Hebrea de Jerusalén y luego derecho en la Facultad de Derecho de Jerusalén.  Hablaba hebreo, yiddish, inglés y alemán con fluidez.
Fue miembro de la Haganá , durante la guerra árabe-israelí de 1948 sirvió en la Brigada Etzioni . Después del conflicto, trabajó como fiscal militar y luego como presidente del tribunal militar.
En 1960, fue nombrado Fiscal General, pero renunció al cargo en 1963 y siguió una carrera en política. Fue elegido miembro de la Knéset en 1965 como miembro de los Liberales Independientes, habiendo estado activo en el Partido Progresista (los Liberales Independientes eran un grupo separatista de miembros mayoritariamente del Partido Progresista luego de la fusión del partido con Gahal ). Fue reelegido en 1969 y 1973, y renunció a la Knéset al ser nombrado Ministro sin Cartera en 1974 como parte del gabinete de Golda Meir. Reelegido en 1977 como el único miembro del partido, perdió su escaño en las elecciones de 1981 cuando el partido no cruzó el umbral electoral .


fabiola del pilar gonzález huenchuñir

Yitzhak Olshan (19 de febrero de 1895 - 5 de febrero de 1983) fue un jurista israelí y el segundo presidente de la Corte Suprema de Israel .
Olshan nació en Kaunas en el Imperio ruso (ahora Lituania ) en 1895 y emigró a la Palestina otomana en 1912. Se unió a la Hagana y la Legión Judía . Estudió derecho y estudios orientales en la Universidad de Londres . Como abogado, representó al Yishuv ante las autoridades del Mandato Británico de Palestina .  En 1948 fue nombrado juez de la Corte Suprema de Israel . 


 Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal (título original: Eichmann in Jerusalem. A Report on the Banality of Evil) es un libro de la filósofa Hannah Arendt, publicado en 1963. En el texto la autora afirma que aparte de un deseo de mejorar su carrera, Eichmann no mostró ningún rastro de antisemitismo o daño psicológico. Su subtítulo famoso introdujo el concepto banalidad del mal, que también sirve como últimas palabras del capítulo final. En parte, por lo menos, la frase se refiere al comportamiento de Eichmann en el juicio, no mostrando ni culpa ni odio, alegando que él no tenía ninguna responsabilidad porque estaba simplemente "haciendo su trabajo". Él cumplió con su deber...; no sólo obedeció las órdenes, que también obedeció a la ley., (p. 135).

Observaciones sobre Eichmann

Arendt toma la declaración judicial y la evidencia histórica disponible, y hace varias observaciones acerca de Eichmann:

Eichmann declaró en el juicio que él siempre había tratado de cumplir con Immanuel Kant y su imperativo categórico (como se explica directamente en las páginas 135-137). Ella sostiene que Eichmann había tomado esencialmente la lección equivocada de Kant: Eichmann no había reconocido la regla de oro y el principio de reciprocidad implícito en el imperativo categórico, sino que sólo entendía el concepto de acciones de un hombre, coincidiendo con la legislación general. Eichmann había intentado seguir el "espíritu" de las leyes llevadas a cabo, como si el propio legislador lo aprobara. En la formulación de Kant del imperativo categórico, el legislador es la moral autónoma, y todos los hombres son los legisladores, en la formulación de Eichmann, el legislador era Hitler. Eichmann cambió cuando se le acusó de llevar a cabo la Solución Final, momento en el que Arendt afirma que "había dejado de vivir de acuerdo con los principios kantianos, que lo había conocido, y que se había consolado a sí mismo con el pensamiento de que ya "no era dueño de sus propias obras, que no podía cambiar nada" (p. 136).
La incapacidad de Eichmann para pensar por sí mismo fue ejemplificada por su uso constante de "frases hechas y clichés autoinventados", demostrando su visión del mundo irreal y la falta agobiante de habilidades de comunicación a través de la dependencia de "lenguaje burocrático" (Amtssprache) y eufemístico de la Sprachregelung que hizo que la aplicación de las políticas de Hitler fuera "de alguna manera aceptable".
Eichmann constantemente se unía a organizaciones con el fin de definirse a sí mismo, y tenía dificultades para pensar por sí mismo sin esa pertenencia. En su juventud, perteneció a la YMCA, el Wandervogel y el Jungfrontkämpferverband. En 1933 fracasó en su intento de unirse a la Schlaraffenland (una rama de la masonería), momento en el que un amigo de la familia (y futuro criminal de guerra Ernst Kaltenbrunner) lo animó a unirse a las SS. Al final de la Segunda Guerra Mundial, Eichmann se encontraba deprimido porque "se dio cuenta de que a partir de entonces tendría que vivir sin ser miembro de una cosa u otra" (p. 32-3).

A pesar de sus pretensiones, Eichmann no era, de hecho, muy inteligente. Como detalla Arendt en el capítulo segundo del libro, no pudo completar ningún curso de secundaria o formación profesional, y encontró su primer empleo significativo (viajante de comercio para la Oil Company) a través de conexiones de la familia. Arendt observó que tanto en las SS como en el juicio de Jerusalén, Eichmann trató de cubrir su falta de habilidades y educación, y "se ruborizó" cuando estos hechos salieron a la luz.
Arendt confirma varios puntos donde Eichmann en realidad afirmaba haber sido responsable de atrocidades ciertas, a pesar de que carecía de la potencia o la experiencia para tomar estas medidas. Por otra parte, Eichmann hacía estas afirmaciones a pesar del daño que provocaban a su defensa, lo que lleva a la filósofa a una observación de que "la jactancia era el vicio que estaba hundiendo a Eichmann" (p. 46). Arendt también sugiere que Eichmann pudo haber preferido ser ejecutado como un criminal de guerra que vivir como un don nadie.
Arendt sostiene que Eichmann, en su papel secundario en la conferencia de Wannsee, fue testigo de la clasificación y archivo de la administración pública alemana, reorganizada de acuerdo con el programa de Reinhard Heydrich de la Solución Final en Europa. Al ver a los miembros de la "sociedad respetable" aprobar asesinato en masa y participando con entusiasmo en la planificación de la solución, Eichmann consideró que su responsabilidad moral se relajaba, como si fuera "el poder de Poncio Pilato".
Durante su encarcelamiento antes del juicio, el Gobierno de Israel envió no menos de seis psicólogos para examinar a Eichmann. No sólo los médicos no encontraron ningún rastro de enfermedad mental, sino que tampoco encontraron pruebas de personalidad anormal. "Un médico señaló que su actitud hacia los demás, especialmente a su familia y amigos, era muy deseable, mientras que otro señaló que el único rasgo inusual de Eichmann radicaba en que estaba siendo más "normal" en sus hábitos y habla que el promedio de las personas" (p. 25-6).

Conclusiones de la autora

Arendt sugiere que lo más llamativo de su análisis desacredita la idea de que los criminales eran manifiestamente psicópatas y diferentes de la gente normal. A partir de este documento, muchos concluyeron que situaciones como el Holocausto pueda hacer que incluso el más común de los humanos cometa crímenes horrendos con los incentivos adecuados, pero Arendt se muestra rotundamente en desacuerdo con esta interpretación, ya que Eichmann era libre en su voluntad después de la Führerprinzip. Arendt insiste en que la elección moral sigue siendo libre, incluso en el totalitarismo, y que esta elección tiene consecuencias políticas, incluso cuando el selector es políticamente impotente:

las condiciones del terror llevan a que la mayoría de la gente cumpla con lo esperado, pero algunas personas no, y así se presenta la lección recibida de algunos países a los que se propuso la solución final, que podría ocurrir en la mayoría de los lugares pero no sucedió en todas partes. Humanamente hablando, no se requiere más, y nada más se puede pedir razonablemente, para que este planeta siga siendo un lugar apto para la habitabilidad humana.

Arendt menciona, como ejemplo de ello, el rescate de los judíos daneses:
Uno se siente tentado a recomendar la historia como lectura obligatoria en la ciencia política para todos los estudiantes que desean aprender algo sobre el potencial enorme inherente a la acción no violenta y en la resistencia a un oponente que posee, vastamente, medios superiores de violencia. No se trataba sólo de que el pueblo de Dinamarca se negó a asistir en la implementación de la Solución Final, ya que los pueblos de tantas otras naciones conquistadas habían sido persuadidos de hacerlo (o habían estado dispuestos a hacerlo), sino también, que cuando el Reich tomó medidas y decidió hacer el trabajo en sí se encontró que su propio personal en Dinamarca había sido infectado por este y fueron incapaces de superar su aversión humana a la crueldad del caso, que sus compañeros en las zonas más cooperativas tenían.

En la personalidad de Eichmann, Arendt concluye:

A pesar de todos los esfuerzos de la fiscalía, todo el mundo podía ver que este hombre no era un monstruo, pero era realmente difícil no sospechar que fuera un payaso. Y como esta sospecha hubiera sido fatal para el buen fin del juicio y a la vez era bastante difícil de sostener en vista de los sufrimientos que él y sus semejantes habían causado a millones de personas, sus peores payasadas se tomaron escasamente en cuenta y casi nunca se informó de ellas. (p. 55)
Más allá de su discusión sobre el propio Eichmann, Arendt analiza varios aspectos adicionales de la prueba, su contexto, y el Holocausto.
Señala que Eichmann fue secuestrado por agentes israelíes en Argentina y transportado a Israel, un acto ilegal, y que fue juzgado en Israel a pesar de que no fue acusado de cometer ningún tipo de delito allí.
La pensadora alemano-estadounidense lo describe como un juicio arreglado y dirigido por el primer ministro israelí Ben Gurión, y afirma que éste quería, por varias razones políticas, no hacer hincapié en todo lo que Eichmann había hecho, sino que quedara claro lo que los judíos habían sufrido durante el Holocausto. Señala que los criminales de guerra fueron juzgados en Núremberg, acusados de crímenes contra los miembros de las diversas naciones, sin referencia especial al genocidio nazi contra los judíos.
Si no hubiera sido declarado culpable antes de que apareciera en Jerusalén, su culpabilidad más allá de cualquier duda razonable, los israelíes nunca se hubieran atrevido o querido que lo secuestraran en una violación formal de la ley argentina.
Arendt, también señala la complicidad de ciertos judíos. Líderes de consejos judíos, colaboraron plenamente a la hora de enviar, correligionarios a los campos de exterminio.
Esta visión racional del juicio, cuando numerosas personas esperaban una adhesión incondicional a las tesis de la fiscalía, le valieron gran número de críticas.

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