Seguidores

79).-Perry Mason.-a

 

ana karina gonzalez huenchuñir



Perry Mason es un personaje de ficción que apareció por primera vez en las novelas policíacas de Erle Stanley Gardner. El personaje era un abogado que llegó a aparecer en 80 novelas e historias cortas, la mayoría de las cuales versaban sobre la defensa de un cliente que había sido acusado de asesinato. En general, Perry Mason era capaz de demostrar la inocencia de su cliente mediante la averiguación de la culpabilidad del verdadero asesino, otro personaje de la historia. 
El personaje de Perry Mason también es muy conocido por sus apariciones en películas y en la televisión, incluyendo una de las series de abogados de mayor éxito y de mayor duración, entre 1957 y 1966. También fue el protagonista de otra serie entre 1973 y 1974, y de más de 25 largometrajes realizados para la televisión entre 1985 y 1993. El autor fue uno de los autores con mayor registro de ventas de la historia. 
Consiguió "135 millones de copias de sus libros impresas en Estados Unidos sólo durante el año de su muerte" (1969).

Personaje

El nombre "Perry Mason" data de la infancia de su creador: Cuando era niño, Gardner era lector de la revista Youth's Companion, que se publicaba en Boston, Massachusetts, por la Perry Mason Company (más tarde renombrada "Perry Mason & Co." tras la muerte de su fundador). Cuando Gardner creó a su abogado de ficción, tomó prestado el nombre de la compañía que publicaba su revista infantil favorita.


Gardner aportó más información sobre el personaje de Mason en sus primeras novelas. Más tarde, en posteriores novelas y en las series y películas, el personaje deja de ser descrito profusamente, al darse por sentado que el lector o el espectador ya lo conocen. En su primera novela (The Case of the Velvet Claws, 1933), Perry Mason se describe a sí mismo de esta forma:
Os encontraréis con que soy un abogado que se ha especializado en el trabajo procesal, y en mucho trabajo criminal. (...) Soy especialista en sacar a la gente de problemas. Vienen a mí cuando están en todo tipo de problemas, y yo les saco de ellos. (...) Si le preguntáis por mi a algún abogado de familia o de empresa, probablemente os dirá que soy un abogado sin reputación, sin ética y sin escrúpulos. Si preguntáis por mi a algún compañero de la oficina del Fiscal del Distrito, os dirá que soy un peligroso antagonista aunque no sabe mucho sobre mí.
Gardner crea a Mason como un abogado que lucha duramente por sus clientes, y que disfruta los casos inusuales, difíciles o sin esperanza. Acepta a menudo a clientes simplemente por su curiosidad en el caso, por muy poco dinero, financiando la investigación del caso él mismo si es necesario.

Perry Mason (serie de televisión de 2020)

Perry Mason es una serie de televisión de drama periódico histórico estadounidense, basada en el personaje del mismo nombre de Erle Stanley Gardner, que se estrenó el 21 de junio de 2020 en HBO.​ La serie fue creada y escrita por Rolin Jones y Ron Fitzgerald, y es protagonizada por Matthew Rhys. En julio de 2020, la serie fue renovada para una segunda temporada.​
En 1932, la Gran Depresión se apodera de los Estados Unidos pero Los Ángeles está prosperando gracias al auge del petróleo, la industria del cine, los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1932, y un masivo renacimiento cristiano evangélico. El investigador privado Perry Mason es contratado para un sensacional juicio por secuestro de niños y su investigación presagia importantes consecuencias para Mason, su cliente y la ciudad misma.


Episodios 

1 "Capítulo 1"

A fines de 1931 en Los Ángeles, el investigador privado Perry Mason es asignado por su amigo y mentor, EB Jonathan, y a instancias del magnate Herman Baggerly, al caso de Charlie Dodson, un bebé que fue secuestrado y le cosieron los ojos después de su muerte en circunstancias misteriosas. Mason sospecha rápidamente de las circunstancias que rodean el caso, especialmente el rescate de $ 100,000. El propio Mason lucha con la bebida, la separación de su esposa e hijo separados y su intento de chantaje a los ejecutivos de Hollywood que no sale bien. Mientras tanto, a medida que Mason obtiene información, el detective corrupto Ennis visita a los secuestradores de Charlie y los mata a los tres.

2 "Capitulo 2"

Los detectives Holcomb y Ennis, así como el fiscal de distrito de Los Ángeles, Maynard Barnes, abordan al padre de Charlie, Matthew, con pruebas presentadas por Ennis y la revelación de que Baggerly es el padre de Matthew; Matthew es puesto bajo arresto. Mason y Baggerly comienzan a desconfiar el uno del otro; Mason debido a que Baggerly no divulgó su paternidad, y Baggerly debido al " boleto azul de MasonEl oficial de policía experto Paul Drake, quien encontró los cuerpos de dos de los secuestradores, es interrogado por Holcomb y Ennis, quienes lo tratan con intolerante condescendencia. Mason rastrea una serie de misteriosas llamadas telefónicas hechas por la madre de Charlie, Emily, a un hombre llamado George Gannon, encontrándolo muerto por aparente suicidio y cartas que prueban un romance con Emily En el funeral de Charlie, luego de un sermón emocional y en gran parte improvisado por la predicadora evangélica Sister Alice, Emily es arrestada públicamente como resultado de los hallazgos de Mason.

3 "Capítulo 3"

Barnes busca una condena por conspiración para la madre de Charlie, Emily, así como la pena de muerte. En la lectura de cargos de Emily , estalla la inquietud cuando Emily casi se declara culpable y Barnes solicita una fianza de $ 25,000, que el juez acepta. Creyendo la culpabilidad de Emily, Bagger repentinamente deja de financiar a Jonathan y su equipo. Mientras tanto, el socio de Mason, Pete Strickland, busca información que vincula a Gannon con un trabajo en un casino local, pero el exjefe de Gannon le dice a Mason que se fue voluntariamente por razones religiosas. Cada vez más convencido de que Gannon fue una trampa, Mason busca a Drake para aclarar el informe policial de Drake; Drake se niega a hablar con él, después de haber sido amenazado por Ennis. Sin embargo, el escepticismo de Drake lo lleva a compartir su evidencia con Mason, incluidas las dentaduras postizas rotas que encontró cerca de la escena del crimen.
 Mason y Strickland se infiltran en la morgue y confirman que las dentaduras postizas pertenecían a Gannon. Della Street, la secretaria de Jonathan, descubre que Ennis y Holcomb intentan forzar violentamente a Emily a confesar. Alice sufre de repenteconvulsión durante una actuación en la iglesia, y al recuperarse, afirma que Dios le dijo que "resucitara" a Charlie.

4 "Capítulo 4"

Horrorizados por el reclamo de Alice, Baggerly y los otros financiadores de la iglesia exigen una retractación después de que su declaración llega a los periódicos. Alice comienza a emitir una retractación pública, pero cuando uno de su congregación hace una muestra de apoyo, en cambio proclama la inocencia de Emily y reafirma su declaración. Mason y Strickland, habiendo robado el cuerpo de Gannon, lo arrojan a un campo de golf para lograr una autopsia oficial del forense Virgil Sheets. Además, mientras vuelven sobre los pasos de los secuestradores, descubren una conexión con un Elks Lodge local y encuentran a Ennis presente. Comparten sus pruebas y teorías con Jonathan, quien intenta usarlos para que Barnes retire los cargos, solo para que Barnes lo amenace con falsas afirmaciones de hurto que lo atraparían.inhabilitado . 
Conmocionado por esto, y porque el banco se niega a darle un préstamo, Jonathan tiene la intención de que Emily se declare culpable, pero cambia de opinión y la insta a luchar. Sin embargo, al día siguiente, un abatido Jonathan se suicida.

5 "Capítulo 5"

Después de que Street encuentra el cuerpo de Jonathan, ella y Mason encubrieron su suicidio como una muerte natural. Al encontrar al hijo de EB separado de su padre, Mason visita a su hijo Theodore y a su ex esposa Linda, quien niega la solicitud de Mason de que Theodore viva temporalmente con él. Mientras tanto, Strickland comienza a seguir a Ennis y finalmente lo encuentra. Ennis intenta echarle la culpa a Holcomb, lo que aumenta las sospechas de Strickland. Alice convence a su escéptica madre, Birdy McKeegan, de usar fondos de la iglesia para pagar la fianza de Emily y servir como su tutor, lo que hace que la iglesia se divida aún más. Después de que el nuevo abogado designado por el tribunal de Emily da una primera impresión negativa, Street descubre que está trabajando con Barnes.
 A medida que la ira de Mason contra el sistema legal llega a un punto de ruptura, Street falsifica documentación de que Mason ha estado cumpliendo un aprendizaje legal. Emily acepta a Mason como su nueva representación. Con la ayuda del fiscal de distrito adjunto Hamilton Burger, Mason pasa el examen barra y se convierte en abogado.

6 "Capítulo 6"

El juicio tiene un mal comienzo cuando Mason se esfuerza por pronunciar su declaración de apertura y Barnes llama a un testigo sorpresa: un gerente del hotel que testifica que Charlie fue colocado solo en una habitación mientras Gannon y Emily tenían una cita en una contigua. Strickland descubre evidencia que sugiere que Gannon estaba robando a la iglesia. También anima a Mason a usar la dentadura postiza de Gannon en la corte, aunque a Mason le preocupa traicionar a Drake. Mason intenta que Drake mencione las dentaduras postizas él mismo durante el interrogatorio , pero fue en vano. Más tarde, Drake visita a Mason y, decidido a ayudar, le da a Mason un sobre de evidencia oficial para que pueda presentar la dentadura postiza en la corte. Sin embargo, el juez lo declara inadmisible.. Street utiliza la información de Strickland para encontrar pruebas que impliquen a Baggerly. 
El último testigo de Barnes testifica falsamente al escuchar una confesión de Emily, lo que causa caos en la sala del tribunal. Mason viaja a una dirección obtenida por Street y encuentra a un hombre llamado Jim Hicks. Le dice a Mason que lo ha estado esperando.

7 "Capítulo 7"

Hicks, que era el contador de Gannon entre otros, le revela a Mason (y más tarde en su testimonio) que fue un participante vacilante en un plan de colusión financiera entre Gannon, Baggerly y el diácono de la iglesia Eric Seidel. Mason presenta los registros financieros de Hicks que prueban que la iglesia tenía una deuda de $ 100,000. Strickland sigue a un ansioso Seidel con la esperanza de que testifique, pero Seidel escapa. Seidel acude a Ennis en busca de ayuda, pero Ennis lo asesina. Drake comienza su propia investigación sobre los secuestradores muertos y descubre otra conexión con Ennis. 
Mason se entera de un burdel local que Ennis estaba acompañado por una prostituta ahora muerta; él teoriza que enfermeríade una mujer adicta a la heroína sería mortal para un bebé, lo que Sheets confirma. Al día siguiente, la ceremonia de "resurrección" de Alice es un desastre cuando el ataúd de Charlie está vacío, pero Birdy viaja con ella a un lugar predeterminado donde encuentra un bebé diferente y dice que es Charlie. Cada vez más desilusionada, Alice huye angustiada de la escena.

8 "Capítulo 8"

Burger aconseja a Mason que descanse su caso y ponga sus esperanzas en el testimonio de Hicks. Street, en cambio, sugiere que Mason ponga a Emily en el estrado, a lo que él está de acuerdo. Sin embargo, durante el interrogatorio, Barnes logra que Emily reclame al menos una responsabilidad parcial por la muerte de Charlie. Mason ofrece una apasionada declaración final en la que culpa a Barnes por atacar al personaje de Emily en lugar de perseguir la verdad. Después de cinco días de deliberación , el jurado se bloquea y el juez declara nulo el juicio.; se revela que Strickland pagó a uno de los miembros del jurado, aunque ese miembro del jurado luego revela que otros dos miembros del jurado votaron legítimamente como no culpables. 
Mientras tanto, Drake renuncia a la fuerza policial, Strickland deja a Mason para trabajar para Burger, Alice desaparece y Holcomb hace que maten a Ennis. Emily adopta al bebé que encontró Birdy y se une a la nueva iglesia itinerante basada en milagros de Birdy. Mason se muda a la oficina de Jonathan, tomando a Street como su secretaria (y futuro socio) y a Drake como su detective principal. Mason encuentra a Alice trabajando como camarera, y se unen por su soledad.

 

Los orígenes literarios de ‘Perry Mason’


El abogado de ficción Perry Mason fue creado por un autor de Massachussetts llamado Erle Stanley Gardner. Entre 1911 y 1916, Gardner ejerció de abogado en California, defendiendo a inmigrantes chinos y mexicanos, a la vez que escribía para las revistillas pulp de la época. Como todos los grandes literatos, ESG escribía con solo dos dedos, y lo hacía hora tras hora hasta que los dejaba en carne viva. Pese a que las historias salían de sus magullados dátiles con continuidad churresca, los tres dólares por palabra daban para lo que daban. Hasta que Gardner se sacó a Mason del magín.

La primera novela se llamó El caso de las garras de terciopelo, y pueden hallarla en Iberlibro por 1,80 euros (así de bajo ha caído la novela negra). Apareció en 1933, y está protagonizada por un Mason tentativo, a medio hacer. En ella el abogado habla de un modo más brusco, impaciente, como si sufriese dispepsia y no le sirviesen sal de frutas en ningún lado. De vez en cuando incluso dice “muñeca” y “pimpollo”, algo que el Mason semijesuita futuro ni soñaría en hacer. Se conoce que el autor trató de imbuir a Mason con las características de los detectives hard boiled del momento, los icónicos Marlowes y Spades, siempre abofeteando a pelirrojas pendonas y arrugando el labio superior ante la “podredumbre que infecta esta maldita ciudad” (o algo así). Viendo que aquello no chutaba, el escritor decidió atemperar a su héroe. Hacerle más huevo pasado por agua que duro, por decirlo de algún modo.

Gardner estableció un patrón fijo para las tramas, que sus lectores amaron y él siempre se negó a alterar. Los clientes de Mason acudían a él con problemas (“I’m in trouble” era una frase típica) y siempre tenían un secreto, que se mantenía oculto a lo largo de la novela. Pero el tipo nunca era culpable, y el secreto era una nimiedad. El verdadero culpable era a menudo un fulano de rictus siniestro, hablar engolado y con nombre compuesto. Gardner odiaba a los esnobs, y la aparición en escena de un nota con bigote de mosquetero y abrigo de astracán, fumando en boquilla y presentándose como Jean-Auguste Grossebite De Les Fleur-de-Lis señalaba inequívocamente al malo. Tras escasas pesquisas y notable cavilar, el abogado no solo desenmascaraba al pretencioso felón, sino que procedía a detallarle al jurado el método empleado, con la compostura y desapego de alguien que lee el dorso de un paquete de cereales.

En una entrevista de mediados de los sesenta, Gardner afirmó que prefería “ritmo, situación y suspense” al “sexo, sadismo y seducción” típicos del género. Su estilo era sencillo pero florido y adverbioso (“dijo, innecesariamente”) y, a veces, parece fusilado de otros autores hasta que recordamos que Gardner fue su inventor. En todo caso, las tramas son adictivas. Uno no se da cuenta y ya tiene la nariz pegada al libro, acompañando a un Mason de gabardina chorreante (el L. A. de Gardner es más lluvioso que la Barcelona de Zafón) quien pasa media vida buscando nombres en la guía telefónica para luego explicárnoslo todo en prolijas escenas judiciales. Muchos juicios y pocos taburetazos; así era Mason.

Gardner se forró con aquello. Al poco de empezar pudo colocarse definitivamente los dos dedos de escribir en la nariz, pues dictaba las obras a un staff de seis secretarias, en Rancho del Paisano, su hacienda californiana. Donde, por cierto, tenía veinte asistentes a su servicio, y todos se dirigían a él como “Tío Erle”. Gardner escribió 80 novelas de Mason (a veces tres en un mismo año; finalizó alguna en seis semanas) y fue superventas hasta su muerte en 1970: 170 millones de libros, que hoy son ya 300. Si añadimos las novelas sin Mason y la no ficción, el total es de 150 obras.

Por añadidura, Gardner no era solo popular entre la ignara chusma, sino que coleccionó lisonjas de las más prestigiosas firmas (Evelyn Waugh, GK Chesterton, Sinclair Lewis, W. Somerset Maugham…). Algunos críticos cenizos, cómo no, describieron lo suyo como “mero entretenimiento”, pero Gardner, que se había autobautizado como “la fábrica de ficción”, dejó que aquellas calumnias se deslizaran por la parte resbaladiza de su rabadilla. Especialmente cuando dio inicio la serie de televisión, de la que era accionista mayoritario, y pingües nuevos dividendos llovieron sobre Rancho del Paisano.


La serie original
ana karina gonzalez huenchuñir


El abogado de Perry Mason, la serie de CBS, era muy parecido al literario. Lo interpretaba Raymond Burr, un actor con constitución de gabarra fluvial a quien muchos recordaban como vecino homicida en La ventana indiscreta. Burr, que por culpa de su sobrepeso siempre interpretaba a villanos, gorilas y tipos mayores que él, cambió de registro en Perry Mason. El suyo, como el de Gardner, era un leguleyo prudente, pío y caballeroso que nunca sudaba (debía deshacerse de la excreción mediante algún sistema de evaporación seca), nunca les levantaba la mano a las señoras (por mucho que hiciesen comentarios hirientes sobre su talla de ropa interior) ni echaba mano al revólver. Era un poco como Oscar Wilde: su ingenio lo resolvía todo.

No era el único punto en común con Wilde. Mason no parecía mostrar el menor interés en el sexo opuesto, y trataba a su secretaria, Della Reese (Barbara Hale), como una mezcla de ahijada, novicia, objeto de estudio y robot archivador. Pero un robot, eso sí, al que has pillado cariño por su fría obediencia sintética. El Mason de Burr también parecía dominar el control mental, pues la mayoría de sus criminales regurgitaban extensas confesiones en el estrado con solo recibir una de sus miradas admonitorias.

Pese a su físico, el modoso Burr parecía hecho para interpretar aquel papel. En Hollywood se decía que Gardner había saltado de la silla al verle en el casting, aunque quizás lo que vio fue el abultado cheque por royalties que blandía el ejecutivo de la CBS. Burr se convirtiría en el Perry Mason icónico, y pasaría nueve años de su vida interpretándole en 271 misterios episódicos, más 26 de los telefilmes. Hasta que sufrió aquel accidente que le dejó postrado en silla de ruedas, y… un momento, no. Eso es Ironside.


La serie de HBO.

ana karina gonzalez huenchuñir


Por el escenario licencioso y turbulento de Los Ángeles de 1931, en plena Gran Depresión, las revistas del sector han comparado el nuevo Perry Mason con Chinatown o Boardwalk Empire, pero lo cierto es que la serie remite al inmortal mundo de Chandler (Raymond, no Bing) o Hammett. Este Perry Mason en modo precuela, interpretado por Matthew Rhys, es un mugriento detective privado que aún no ha pasado los exámenes de derecho. Ni los pasará, si sigue bebiendo de ese modo y empeñándose en sufrir traumáticos flashbacks bélicos en mitad de sus indagaciones. Está divorciado, es un padre más inepto que el McNulty de los últimos días, y su vestuario completo se compone de un traje arrugado con mancha de mostaza, una camisa blanco tiza con cuello séptico y una cazadora vieja que le prestó Indiana Jones.

Mason 2.0 denuesta, masculla y va por el mundo con expresión permanente de zapatos estrechos. Para colmo, tiene querencia por el chachachá horizontal. A los que aún recuerdan la amanerada y glacial cortesía que empleaba con las damas el Mason old school, les espera una notable sorpresa con este modelo actual, que a la mínima de cambio se lanza a practicar coitos contorsionistas más bien sórdidos. Dichas cópulas circenses, conviene apuntar, no son con Della Reese. La eterna asistente soltera de Mason reaparece en la serie de HBO, solo que aquí no es (¿aún?) su secretaria, no se cambia de modelito tantas veces como en la era dorada y, a juzgar por su rictus de irritación ígnea, compra los zapatos en la misma tienda que él.

En cuanto a los casos, se parecen tanto a los antiguos como el Joker de La broma asesina se parecía al de César Romero. En el primer capítulo no han pasado ni diez minutos y ya aparece un niño con los párpados cosidos (bastante muertecito). A Manson le entra tal chungo al verle que tiene que echarse algo al gollete. Y luego algo más. Su socio decide irse de furcias, pero Manson regresa a su choza, llama a su ex, se deprime una cosa horrible, destruye a batazos el cochecito de juguete que había comprado para su hijo y, a los dos minutos de colgar, coloca sobre su clavícula la pierna de su vecina y la emprende con un nuevo twist pélvico. Zumba zumba zumba. Gas mostaza, bayonetas, jerrys destripados (en flashback). Mira ese cuello de camisa, por el amor de Dios. Zumba zumba zumba. Nuevo flashback del infante céreo (en realidad, todo esto no sucede en el mismo episodio; lo he unido, con intención ilustrativa, en un plano secuencia). En pocas palabras: gracias a Dios que Tío Erle no vivió para ver esta sucia maravilla. Ni todos los millones de HBO habrían amortiguado el ictus.
Series: crítica de “Perry Mason – Temporada 1”, de Rolin Jones y Ron Fitzgerald (HBO)

La primera temporada de la serie funciona como «precuela» de las historias del famoso abogado creado por el novelista Erle Stanley Gardner y adaptado muchas veces en radio y televisión. Con Matthew Rhys, John Lithgow, Tatiana Maslany y Juliet Rylance, entre otros.

Muchos conocedores de las novelas y de las adaptaciones cinematográficas y televisivas de PERRY MASON se sorprendieron al ver que, en la nueva versión que emite HBO, el mítico personaje no era un abogado defensor sino un detective privado. Existe una explicación para todo esto. En términos actuales, se debería decir que la serie funciona como una “precuela” de las diversas historias atravesadas por el Mason más conocido. La nueva serie, creada por Rolin Jones y Ron Fitzgerald, transcurre entre 1931 y 1932, meses antes de la publicación de la primera novela de Erle Stanley Gardner centrada en ese personaje. Y funciona como lazo entre su pasado –del que poco y nada se habló a través de las decenas de novelas, del duradero show radial y de los centenares de episodios de TV—y el Mason que muchos conocimos con el rostro de Raymond Burr, quien lo interpretó en la famosa serie de televisión (entre 1957 y 1966) y luego en varias películas hechas también para la TV.

Realizada con un presupuesto de alrededor de 75 millones de dólares, PERRY MASON tiene el aspecto de un lujoso ejemplar de cine negro, estilo reciclado en versión XL hasta el último y más específico detalle. Es el tipo de serie que, por momentos, parece más interesada en lucir bien que en otra cosa y eso es algo que se sostendrá durante un par de episodios, hasta que las cosas empiecen a volverse un tanto más atrapantes. La reconstrucción de época –arte, vestuario, diseño de producción, fotografía, estilos de actuación, vocabulario—está tan pero tan cuidada en todos sus detalles que puede llegar a volverse sofocante. Y algo parecido sucede con la música (de Terence Blanchard) y algunos detalles de la lujosa puesta en escena de Tim Van Patten (SOPRANOS, BOARDWALK EMPIRE) y Denis Gamze Erguven (MUSTANG), que hacen recordar más las adaptaciones estilísticas cercanas en el tiempo, como LOS ANGELES: AL DESNUDO, que a los clásicos de la época. Recién cuando los creadores de la serie logran atravesar esa suerte de imperiosa necesidad de mostrar en qué invirtieron el dinero, PERRY MASON comienza a ponerse en orden y a progresar dramáticamente.
Encarnado por Matthew Rhys (el actor galés, protagonista de la excelente serie THE AMERICANS), el Mason de la nueva versión se parece más a los detectives de la novela negra clásica que al personaje de Gardner, una especie de Philip Marlowe/Sam Spade lidiando con un complicado caso que explota en una Los Angeles que está atravesando la Gran Depresión económica. PERRY MASON empieza con el cruento asesinato de un pequeño niño (la serie es bastante franca y fuerte en algunas escenas) y el investigador, que trabaja para el abogado defensor E.B. Jonathan (John Lithgow), es uno de los encargados de averiguar qué es lo que realmente sucedió. Y los principales sospechosos empiezan siendo los propios padres del niño, Matthew y Emily Dowson (Nate Corddry y Gayle Rankin), dos miembros un tanto extraños de una aún más extraña iglesia episcopal.
Como todo conocedor de una buena novela negra sabe, eso es apenas el comienzo del asunto. Pronto empezarán a sumarse personajes, situaciones, sospechosos y distintas posibilidades respecto a quién pudo haber cometido el crimen y porqué. El ostentoso Fiscal del Distrito (Stephen Root) es el principal acusador de la madre mientras que Paul Drake (Chris Chalk, haciendo un personaje que ya existía en las novelas y en la TV) es el policía en este caso afroamericano que sabe que sus jefes ocultan algo. El elenco principal se completa con Della Street (Juliet Rylance, también encarnando a un personaje clásico, pero con sus alteraciones muy siglo XXI) y Pete Strickland (Shea Whigham), dos de los principales colaboradores de Mason. A ellos hay que sumarles a los líderes de esa curiosa iglesia, la Hermana Alice (Tatiana Maslany) y su madre Birdy (Lili Taylor), quienes también tienen secretos que ocultar. En el medio, claro, todos los clásicos personajes de un novela detectivesca de los años ’30: gangsters, policías corruptos, políticos ambiciosos, periodistas curiosos y demás criaturas del género.

Promediando la serie –entre el cuarto y el quinto episodio—sucederá un hecho clave que modificará radicalmente el relato tal como se lo venía contando hasta entonces. Es a partir de ahí que los ofuscados por esta versión tan distinta de su héroe empezarán a notar cómo el Mason 2020 se va empezando a parecer al viejo conocido. La transición puede ser un tanto brusca desde lo narrativo, pero tiene sentido desde los dramático ya que, más allá de las diferencias aparentes entre esta caracterización con la del personaje clásico, ambos protagonistas poseen una compasiva mirada en relación a las víctimas de evidentes injusticias y lo que más les preocupa es defender a personas acusadas de crímenes que no cometieron.


La diferencia clave del Mason actual es que aquí tiene un rol importante su vida privada, algo que nunca tuvo trascendencia ni en las novelas ni en las series previas, que se dedicaban fundamentalmente a resolver un caso por episodio. El personaje ahora es un alcohólico torturado por su paso por la Primera Guerra Mundial, separado de su mujer, con un hijo al que ve muy poco y con una amante (la “intensa” latina Verónica Falcón) con la que se encuentra en la dilapidada casa campestre en la que vive en las afueras de Los Angeles. El hombre, además, nunca tiene dinero, lo cual lo lleva a meterse en algunos trabajitos un tanto bochornosos como espiar las vidas privadas de actores para los estudios de Hollywood y luego intentar chantajearlos con esa información.

PERRY MASON es una serie tan trabajada como trabajosa, de esas que testean la concentración del espectador a partir de su exponencial crecimiento de personajes y posibilidades de resolución del caso, algo que siempre fue parte de la naturaleza de la novela negra. A su modo, la decisión de mover el eje también hacia la vida personal del detective respeta esos códigos, haciendo que la serie se presente también como una pintura de un personaje, un lugar y una época plagada de problemas sociales, raciales y económicos. En las novelas de Dashiell Hammett (o Raymond Chandler), las mecánicas específicas de la trama y su resolución siempre fueron secundarias a la descripción del universo que las contenían. La serie de HBO opera de manera similar, solo que prefiere sostener por un buen tiempo el eje en los constantes giros narrativos del caso y recién después ir abriéndose a otros asuntos que disparan los personajes y sus non sanctas actividades.
ana karina gonzalez huenchuñir

Producido el doloroso giro narrativo que lleva a Mason a convertirse rápidamente en abogado a cargo de la defensa de Emily Dowson –y tras sus primeros trastabilleos en esa posición–, la serie empieza a asemejarse un poco más al género conocido como drama judicial, con evidencias, testimonios, alegatos, su ruta. La serie logra, igualmente, escapar de ese peligro que Hitchcock siempre advertía al respecto de este tipo de relatos (decía que cuando el juicio comienza es que como si arrancara otra película) ya que tanto el caso como los personajes continúan desarrollándose de maneras creativas y no se vuelve todo pura exposición.

El cierre del caso es un poco más gris, pero su idea coincide con otras que maneja este reboot: las cosas no son muy claras en la Justicia («Nadie confiesa desde el banquillo de los acusados», le dice Hamilton Burger, haciendo referencia a lo que solía ser la solución de los casos del Mason clásico, serie en la cual él era «villano») como tampoco lo son en la Policía ni en la sociedad en general. A eso se le suma el guiño quizás «políticamente correcto» de volver a Drake afroamericano y poner a Della Street en pareja con otra mujer para completar una de esas actualizaciones temáticas que no siempre funcionan del todo bien pero que acá –incluyendo un cierre que invita a la segunda temporada– se siente bastante orgánica.

FIN ZONA DE SPOILERS

PERRY MASON es un producto cuidado, prolijo, bien actuado y efectivamente narrado, que no termina por entusiasmar del todo, pero que promete seguir creciendo. Quizás no haya logrado establecerse como uno de esos shows de visión obligada –como lo fue en su momento la primera temporada de TRUE DETECTIVE, serie de HBO que tenía varios puntos en común con ésta–, pero es de digestión más lenta. De hecho, el primer convocado a escribir los guiones fue Nic Pizzolatto, el autor de aquella saga que, temporada a temporada, investigaba casos diferentes con un elenco completamente distinto. Uno podría pensar a PERRY MASON como otra temporada de esa serie, una que vuelve a los orígenes del género para mostrar que las perversas relaciones entre el crimen organizado y la policía corrupta existen desde tiempos inmemoriales. Y que siempre viene bien pensar que hay alguien intentando ayudar a los más perjudicados. Aunque más no sea en la ficción.

PARA ABRIR BOCA.

El personaje de Erle Stanley Gardner regresa a las librerías gracias a Espasa y a la pequeña pantalla a través de HBO  

Matthew Rhys es Perry Mason en la nueva serie de HBO. EFE
Leonor Mayor Ortega

18/06/2021 os años 60 en aquella televisión en blanco y negro de canal único. El público se pegaba a la pantalla cada semana para ver el nuevo caso de Perry Mason, el abogado penalista de Los Ángeles que siempre conseguía salvar a su defendido en el último minuto al descubrir al verdadero asesino. Perry Mason fue un éxito protagonizado por Raymond Burr que mantuvo fiel a la audiencia entre 1957 y 1966 a través de la friolera de 271 capítulos.

Gracias al tirón de la serie, los libros del famoso abogado se vendieron como rosquillas. Eran novelas de títulos llamativos como El caso del falso enamorado, El caso del gatito imprudente, El caso del ojo de cristal... Los escribía Erle Stanley Gardner y en España los editaba Molino. Solían estar en las estanterías de los lectores españoles acompañando a las novelas de Agatha Christie, del mismo formato, y eran un entretenimiento ideal para las tardes de verano. 

En los 70 e incluso en los 80 hubo algunas reposiciones, pero poco a poco la serie cayó en el olvido y las novelas, que Gardner escribía dictándolas a sus secretarias hasta producir 80 títulos, dejaron de editarse. Ahora, Perry Mason se ha adaptado a los nuevos tiempos y vive una segunda juventud. De la tele en blanco y negro ha pasado a la plataforma de pago, mientras que las novelas originales han vuelto a las librerías con una nueva traducción y un moderno formato más adecuado para los tiempos que corren.

HBO ha sido el artífice de esa resurrección. La plataforma ha reinventado a Mason de la mano de los guionistas Rolin Jones y Ron Fitzgerald con Matthew Rhys, el actor de The Americans como protagonista. La renovación es total. Perry ya no es un prestigioso abogado que deslumbra en los estrados de Los Ángeles de los 60. En esta precuela, Mason es un detective privado que trata de ganarse unos dólares intermediando en turbios asuntos en los primeros años de la década de los 30 en una California desolada por la Gran Depresión.

La serie es negra negrísima. La primera temporada arranca con el cadáver de un bebé que había sido secuestrado y al que le han cosido los ojos. Mason, separado de su esposa, alejado de su hijo y dedicado a investigar casos de infidelidades para sobrevivir, está muy cerca del fracaso y de la botella. Pero la serie es todo lo contrario al fracaso. Ha tenido muy buena audiencia y ha renovado para una segunda temporada.  

Miriam Vall, editora de Espasa, oyó hablar de la serie de HBO antes de que se rodase y recordó los libros de Gardner en los estantes de casa de su abuela. Pensó que sería buena idea reeditarlos y se lanzó al proyecto. Ya tenía experiencia en esas lides, porque fue la artífice de la recuperación de la colección de novelas de Agatha Christie.
"Comprar los derechos de los libros de Christie fue fácil, porque sus herederos tienen una empresa que se dedica a gestionarlos, pero lo de Gardner resultó mucho más complicado", recuerda Vall. El autor de la serie de Perry Mason llegó a vender 300.000 ejemplares y fue uno de los escritores mejor pagados de su época, pero sus libros estaban ya descatalogados y, aunque tuvo una hija, sus descendientes se habían desentendido de la obra de Gardner. 
Vall insistió hasta descubrir que una pequeña agencia de Nueva York gestionaba los derechos de la serie Mason y los compró convencida de que "valía la pena recuperar al escritor que inspiró a Stephen King o John Grisham". "Las novelas de Mason no han envejecido mal", señala la editora de Espasa, que ya ha publicado cinco títulos, El caso de la viuda peligrosa, El caso del anzuelo con cebo, El caso del gatito imprudente, El caso de las garras de terciopelo y El caso del ojo de cristal.

La editora es consciente de que entre las novelas de Gardner y la serie de HBO hay una distancia: "Hay quien puede pensar que la serie no es Perry Mason, pero sí está inspirada en los libros y se puede decir que ambos productos son complementarios", señala la responsable de Espasa, que se propone reeditar dos o tres nuevos títulos cada año.

 



Comentarios