85).-Better Call Saul', con estilo moda propio.-a
FABIOLA DEL PILAR GONZÁLEZ HUENCHUÑIR |
No lo tenía fácil, pero aun así, con su primera temporada se desmarcó como una de las mejores series del año. Haciendo frente a los prejuicios y recelos (¡que no toquen Breaking Bad!, clamaban los fans), Better Call Saul se abrió camino con paso lento pero firme y estilo propio. Aunque no pierde a la serie madre como referencia —su destino es encaminarse hacia ella, al menos en la transformación del personaje principal—, la ficción protagonizada por Bob Odenkirk ha vuelto con una segunda temporada en la que insiste en sus mejores cualidades para marcar diferencias.
Better Call Saul no tiene un ritmo frenético. No es de esas que te enganchan y no te sueltan. Más bien, al contrario. Si la primera temporada se tomó su tiempo para arrancar, los nuevos capítulos van por el mismo camino. De hecho, casi se podría decir que en su primer episodio ni siquiera llega a arrancar. Como en el comienzo de la serie, los espectadores se reencuentran con el protagonista en el futuro con ese flash forward que nos traslada a algún momento indeterminado después de Breaking Bad en la tercera reencarnación de Jimmy McGill a través de la identidad de Gene, un tipo corriente y gris (de hecho, la imagen es en blanco y negro) empleado de un restaurante de comida rápida pero con recuerdos de un pasado que le persigue.
Luego, vuelta al pasado para seguir contando la historia de la lenta transformación de este abogado cansado de su trabajo y de su vida que es Jimmy McGill en el Saul Goodman de Breaking Bad. Vince Gilligan y Peter Gould, los responsables de la serie, afrontaron la primera temporada sabiendo de antemano que su historia tendría segunda entrega, un lujo raro que se nota en ese ritmo pausado, de quien sabe que se puede tomar su tiempo para contar la historia que tiene en la cabeza. Y precisamente un ritmo que puede dejar fuera a parte del público, ese que necesita que pasen cosas para engancharse a una serie
Aquí la procesión va por dentro. Una persona no cambia de la noche a la mañana. Por eso en el mismo capítulo Jimmy parece decidido a dejar el mundo de la abogacía y rechazar una gran oferta laboral para terminar aceptándola. Eso sí, abandona la oficina cutre que ocupaba en un centro de pedicura y pasa a tener un despacho por todo lo alto.
En él se encuentra un interruptor que, según dice un letrero, no debe apagarse. Aun así, Jimmy pulsa. Y, en contra de lo que podríamos esperar (una explosión, un grito, o que una simple luz se apague), no ocurre nada. Porque Better Call Saul no es una serie de fuegos artificiales. Es así.
En él se encuentra un interruptor que, según dice un letrero, no debe apagarse. Aun así, Jimmy pulsa. Y, en contra de lo que podríamos esperar (una explosión, un grito, o que una simple luz se apague), no ocurre nada. Porque Better Call Saul no es una serie de fuegos artificiales. Es así.
Más allá de ese camino de la transformación de Jimmy McGill en Saul Goodman, la serie sigue remarcando su propio estilo. La mano de sus responsables se nota detrás de la fotografía de la serie y de esos planos con la cámara en lugares insospechados que Breaking Bad tenía como seña de identidad visual. También siguen las referencias al mundo de la serie madre, unos guiños ofrecidos en su justa medida para no cargarla con demasiado peso extra.
Carla Nicol Vargas Berrios |
Por delante, una nueva tanda de capítulos cocinados a fuego lento y regados con ligeros toques de humor, altas dosis de drama y un ramillete de grandes personajes secundarios (más minutos para Mike, por favor). Y la promesa de una transformación moral que aún está por llegar.
Continuación
Continuación
un interesante consejo sobre vestuario
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