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147).-¿Cómo puede el abogado refutar los argumentos adversos? a

 Bernard John Seymour (1851–1927), 2nd Baron ColeridgeArthur Dampier May (1857–1916)
Trinity College, University of Oxford

fabiola del pilar gonzález huenchuñir


¿Cómo puede el abogado refutar los argumentos adversos?

En nuestro anterior post examinamos la primera fase de la argumentación del informe oral, llamada igualmente “argumentación”. Hoy vamos a tratar sobre la segunda fase del proceso argumentativo, más conocida como la refutación. Con su análisis, dispondremos de un conocimiento completo de este proceso, esencial en la elaboración y ejecución del alegato del abogado.

Dos abogados discutiendo delante del juez

Refutar, palabra procedente del verbo latino refutare, viene a significar rechazar, destruir o desbaratar, definiéndose en nuestro diccionario como contradecir impugnar con argumentos o razones lo que otros dicen, por lo que la refutación supone primero, una negación u objeción, para, posteriormente, pasar a esgrimir las razones que justifican dicha oposición.

Centrados en nuestra profesión, a través de la refutación, el abogado demuestra que los razonamientos y pruebas empleados por su adversario para sustentar su pretensión son inciertos, inaplicables, improcedentes o inútiles.

La refutación, sin ser tan importante como la argumentación, constituye un elemento esencial del informe, puesto que, como complemento de aquella, la refutación a través de un proceso de «destrucción argumental» evita que los argumentos y pruebas del adversario queden incólumes y sin contradicción alguna, riesgo éste que no puede correr el buen abogado. Además, la propia refutación constituye un elemento de refuerzo de la valoración probatoria que sostenemos, pues es ésta a la que inevitablemente debe llevar el proceso de refutación.

La refutación, que podrá ser anticipada (si el contrario no ha usado anteriormente el uso de la palabra) o posterior (cuando el adversario informó con anterioridad), requiere, previo al juicio,  un trabajo de estudio muy importante.

Efectivamente, durante este estudio, tendremos que seguir las siguientes fases:

1ª.- A través del estudio del asunto, descubriremos cuales son los argumentos, hechos y prueba con los que probablemente contará el adversario en su informe ordenándolos por importancia (en tal sentido, nos remitimos al proceso de preparación de la argumentación ya expuesta con detalle en nuestro anterior post)

2º.- Una vez conocidos los argumentos, tendremos que identificar las debilidades, contradicciones de dichos argumentos y sistematizarlos debidamente. Ojo, es conveniente limitarse a los más importantes, desechando aquellos accesorios o que, de una u otra forma, carecen de relevancia o que, incluso, admitimos.

3º.- Preparar todos nuestros argumentos que dispongamos contra los argumentos adversos, argumentos que lógicamente deberán encontrarse corroborados por la prueba (nuevamente, nos remitimos al proceso de elaboración argumental ya estudiado)


Con esta información, ya en el acto del juicio, nuestra refutación tendrá por objeto, con el apoyo de nuestros argumentos y a través siempre del correspondiente razonamiento, evidenciar la debilidad del planteamiento adverso y la solvencia del nuestro, siempre, insistimos, respecto de los argumentos principales, pues destruidos estos, quedarán igualmente los accesorios.

Ahora bien, puede ocurrir que durante el acto del juicio (especialmente si nos precede en la palabra el contrario) detectemos argumentos no descubiertos, bien porque no los percibimos con anterioridad o porque son nuevos. En estos casos, el abogado deberá emplear la habilidad de la improvisación y «construir para destruir». Por ello es muy recomendable que durante el informe de su adversario, lápiz en mano, vaya chequeando los argumentos que se van exponiendo de adverso.

Durante la refutación el abogado debe mantener un verdadero equilibrio emocional, manteniéndose tranquilo y en calma, transmitiendo seguridad y confianza en sí mismo. Perder los papeles y los nervios durante la refutación creará en el auditorio una penosa impresión contraria a nuestro objetivo. Esto es fundamental para actuar de forma técnica y razonada en la destrucción de los argumentos adversos. No obstante, ello no impide, como indica MAJADA, un estilo más vehemente que el del examen de la prueba, pues en natural el enardecimiento del lenguaje cuando el abogado se apresta a destruir las objeciones que se le hicieron.

Para concluir, señalar que la técnica de la refutación exige una formación y preparación constante por parte del abogado, conociendo las técnicas argumentativas y la forma de combatir los argumentos falsos y falacias, por cierto, muy habituales en el foro.

 

Cómo planificar la jornada diaria de un abogado? (lo imposible hecho posible)

Si tuviera ocho horas para cortar un árbol, dedicaría siete a afilar el hacha” Abraham Lincoln

Una de las grandes dificultades de nuestra profesión es la falta de tiempo para estudiar, debiendo entenderse por «estudiar» tanto las actividades relacionadas con la preparación técnica de nuestros casos como la imprescindible actualización de nuestros conocimientos en las materias jurídicas (novedades legislativas, doctrinales, etc…)

La razón de dicho problema es sencilla, puesto que a ningún abogado escapa que la complejidad de nuestra actividad impide que podamos centrarnos como quisiéramos en el estudio propiamente dicho. Dicha complejidad se manifiesta tanto en la heterogeneidad y volumen de asuntos que llevamos como en la necesidad que tiene el abogado de desarrollar su trabajo en diversos escenarios.

Para dar respuesta a la pregunta que nos hemos planteado, el objeto de este post tratará de analizar una realidad que afecta a todos los abogados: la armonización del tiempo de la jornada de trabajo con el flujo de tareas.

Para ello, proponemos un simple ejercicio que tiene mucho de gestión del tiempo y planificación y cuyo objeto es concienciarnos sobre las tareas que desarrollamos habitualmente y en qué medida dichas tareas pueden completarse en los tiempos que disponemos. Vamos con ello:

1º.- Identificación de tareas de la jornada: Si echamos una mirada a nuestros seis últimos meses, observamos que las tareas que comprenden nuestra jornada de trabajo tienen un patrón de contenidos muy similar. A modo de ejemplo, dichas tareas podrían ser las siguientes:

• Estudio de asuntos: Preparación de los casos en el despacho, estudiando materias jurídicas o leyendo o redactando escritos procesales.
• Atención a clientes: Contactos con los clientes bien mediante visitas de éstos al despacho o desplazamientos a sus establecimientos.
• Organización interna: Tareas destinadas a examinar escritos judiciales, administrativos, etc… y tomar decisiones respecto a los mismos (archivarlos, anotar una futura tarea, vencimientos, etc…). También se incluye el chequeo de correspondencia diaria.
• Salidas a Juzgados, Administración, Notarías: Asistencia a organismos públicos o privados para cumplir con nuestras tareas (asistencia a audiencias previas, juicios, comparecencias, otorgamientos de escrituras, gestiones en la administración, etc…). También se incluyen las asistencias a Consejos de Administración, Juntas de Socios y similares.
• Charla con nuestros compañeros: Charla informal en el despacho.
• Reuniones: Participación en reuniones de trabajo establecidas por el despacho para diversos fines.

2º.- Actividades excepcionales: Una vez que disponemos del detalle de las tareas habituales, es conveniente detallar aquellas tareas que, no siendo habituales, se producen con cierta reiteración (formación, artículos, etc…)

3º.- Priorización de tareas: Una vez disponemos de las tareas habituales, debemos de priorizar entre las distintas tareas, es decir, establecer un orden de más a menos importancia, para, de algún modo, disponer de unos criterios de organización. aproximados que nos permitan ordenar nuestra jornada.

En nuestro caso, la priorización podría ser la siguiente: 1º.- Estudio de asuntos. 2º.- Salidas a Juzgados, Administración, Notarías. 3º.- Atención a clientes. 4º.- Reuniones. 5º.-Organización interna.6º.- Charla con nuestros compañeros

4º.- La Jornada Patrón: A la vista de la priorización de las tareas, ya podemos establecer nuestra jornada patrón, que no es más que la distribución de las tareas durante el tiempo que comprende nuestra jornada diaria.

Dicho esto, se procede a la distribución de las tareas entre la jornada, de forma que se adjudique a cada tarea un tiempo determinado y específico acorde a nuestras necesidades. Por ejemplo, en nuestro caso quedaría de la siguiente forma en una jornada de 8,30 hs:

• 1º.- Estudio de asuntos………. 3,30 hs (preferiblemente primeras horas)
• 2º.- Salidas a Juzgados, Administración, Notarías……… 2 hs
• 3º.- Atención a clientes…….. 1 hs
• 4º.- Reuniones……………. 0,30 hs
• 5º.-Organización interna…….. 0,30 hs (preferiblemente a última hora)
• 6º.- Charla con nuestros compañeros……..0,30 hs
• 7º.- Imprevistos…………..0,30 hs

Lógicamente, estamos ante una jornada «modelo», que no tiene porque cumplirse ni producirse tal y como se ha diseñado. Incluso algunos tiempos pueden estar excesivamente comprimidos. No obstante, lo interesante de la cuestión es que nos posiciona y conciencia sobre las actividades que tenemos que tratar para ser eficaces y productivos y adaptarlas mínimamente al horario del que disponemos.

5º.- Reglas de funcionamiento: Establecida la jornada patrón, debemos fijar unas reglas de funcionamiento para hacerla más adaptable a la realidad de cada día:

• Si alguna de las actividades no se produce durante la jornada (por ejemplo, salida a juzgados, etc…,) es conveniente disponer de una actividad que la sustituya y absorba dicho tiempo.

• Cuando se vaya a producir una acción excepcional (clases de inglés, formación, etc…) deberemos de decidir con antelación que tarea de la jornada es la que se va a sustituir por la tarea excepcional.

• Si una tarea lleva más tiempo del previsto, es conveniente reducir los tiempos del resto de las actividades previstas de forma proporcional al tiempo perdido. Imaginemos el caso de una visita que dura más de una hora.

• Deberá planificarse la jornada al menos el día anterior.

• Finalmente, es conveniente hacer un control diario y mensualmente (o incluso antes) y hacer una revisión de la distribución de jornada y sus incidencias para comprobar lo acertado de nuestras previsiones y, en su caso, mejorar el sistema.

Concluyendo, el ejercicio anterior puede que nos parezca de imposible ejecución, al menos con una cierta estabilidad en el tiempo. Sin embargo, el mero hecho de realizarlo, nos permite escaparnos momentáneamente de la locura que impregna nuestras jornadas y nos ayudará a comprobar que existe una realidad que puede dividirse y estructurarse en beneficio de una mayor eficacia y productividad.

La palabra es…organización.

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