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68).-The Paper Chase.-a


Harvard es una de las universidades más prestigiosas del mundo, con todo lo que eso conlleva de certeza y de escaparate. La carrera de Derecho es uno de sus más reconocidos pilares de sabiduría, y dentro de esos estudios, el profesor Kingsfield es legendario tanto por sus enormes cualidades, su gran capacidad y talento, como por su severidad y su carácter estricto, en una forma de caracterizar al personaje mediante la cual parece erigirse como símbolo del Estado norteamericano, su tutela dura, exigente, autoritaria, displicente, pero que no busca sino la perfección de sus alumnos (o ciudadanos) y la consecución del objetivo de convertirlos en perfectos hombres de leyes (o ciudadanos políticamente comprometidos con el sistema oficial). Kingsfield imparte sus clases en un aula en forma de hemiciclo.
 Sus alumnos se reparten de manera uniforme alrededor de un estrado sobre el que se levanta una tribuna desde la que, como un sacerdote de la antigüedad, declama en tono de salmodia sus lecciones magistrales, mientras sus pupilos, tímidos, avergonzados por su diminuta capacidad intelectual en comparación con el genio de su mentor, y en posición inferior, intentan seguir con dificultad la construcción teórica de sus explicaciones a un tiempo que se hacen los despistados mirando hacia otro lado o enterrando la cabeza en sus libros intentando no llamar la atención y no ser objeto de una de las envenenadas preguntas del profesor, que siempre conllevan la contrapartida de cierta humillación cuando ha de corregir con su talante de superioridad las incorrecciones que invariablemente detecta en las respuestas de sus alumnos, en un tono correcto, educado, formalmente adecuado que no obstante encubre su enorme desprecio por una juventud que él cree sin valores ni aptitudes para seguir manteniendo el edificio nacional que tan arduamente cree que el pueblo americano había levantado según el axioma churchilliano de “sangre, sudor y lágrimas”. 
Hart, que cree firmemente en sus cualidades, recogerá el guante del profesor, “desafiándole” con audaces y certeras respuestas a las cuestiones legales que le plantea, y sin embargo, pese a estar convencido de la corrección de sus planteamientos, no recibe más que desdén y todavía mayor desprecio que el manifestado a sus compañeros en forma de ninguneo a sus razonamientos teóricos y a su puesta en evidencia delante de todo el grupo de estudiantes. El ya de por sí confuso mundo interior de Hart, que comprueba que, contra lo que él esperaba, no es su propia capacidad para formar juicios y dominar las materias, sino la docilidad a los planteamientos algo caducos del profesor el objeto de su formación en Harvard, adquiere así una nota más de desasosiego, sensación acentuada cuando, en un intento por redimirse ofreciéndose voluntariamente a ser objeto de las preguntas de Kingsfield, éste prefiere mantener debates con cualquier otro alumno que no sea él.

En ese mundo confuso dentro y fuera de la Universidad, no todo es malo, al menos a priori. Hart también se enamora de una preciosa joven, la única nota de estabilidad en su parcheada vida en construcción. Mantiene con ella una apasionada relación dentro de los cánones de la liberación de la juventud lograda en la década anterior, es una muchacha divertida, afable, sexualmente deseable y complaciente, y de mente abierta y sistemática. Precisamente cuando la historia empieza a funcionar en serio, sucede el giro inesperado: una noche, mientras se encuentran en casa de los padres de ella desnudos, charlando, y con el cigarrito de después y una copa de vino, inesperadamente regresa el padre de la chica, en el que Hart descubre horrorizado al profesor Kingsfield. A pesar de que no le descubre, su figura omnipresente conseguirá, además de condicionar las ambiciones profesionales de Hart, envenenar su historia de amor, aunque ella reitera que Hart no se acuesta con su padre, sino con ella.

Más allá de la metafórica interpretación que del mundo universitario y sus relaciones puede obtenerse como una imagen de los problemas de la sociedad norteamericana de comienzos de los setenta y del drama romántico a tres bandas entre Hart, Kingsfield y su hija, la película permite captar el ambiente estudiantil de una universidad americana, no sin cierto sonrojo. Para quienes hemos tenido la suerte, en mi caso gracias al enorme sacrificio de unos padres generosos y a las ayudas estatales en forma de beca, de estudiar en la Universidad, no es fácil resistirse a establecer comparaciones. Sabido es que las más prestigiosas universidades del mundo son estadounidenses, pero viendo cómo el cine de aquel país retrata la vida universitaria, resulta complicado explicar cómo es posible. Especialmente llama la atención, para quienes nos hemos formado en el campo del Derecho y desde el primer día de clase comprendimos que Derecho y Justicia no tienen mucho que ver, la extrema ridiculez de los debates legales que suelen establecerse en la mayor parte de las películas “de abogados” o que tienen la legalidad o los juicios como marco. La posible explicación en cuanto a que el sistema anglosajón, fundamentado en la equidad y la analogia con los precedentes es muy diferente del continental europeo, cuyo pilar está en la codificación de supuestos legales (los códigos), no exime del hecho de que las controversias legales del cine americano suelan ser absurdas, y permiten sospechar que, si son traducción de la autenticidad del sistema, ayuda a explicar muchos de los desvaríos a los que la justicia norteamericana nos tiene acostumbrados.

También resulta chocante el sistema de estudio presentado en la película, cuyo principio son los llamados “grupos de estudio”, consistentes en que varios estudiantes se especializan en las diferentes asignaturas impartidas, las preparan con los apuntes, libros y otros materiales, y una vez digeridas, las comparten con el resto de estudiantes del grupo una vez sintetizado todo el conjunto, de forma que de los distintos intercambios, y no de la preparación individual por cada alumno de cada asignatura, surge la preparación de todos. El inconveniente, como sucede en la película, es que si un estudiante flojea en determinado aspecto que le ha tocado preparar, los perjudicados son todos, lo cual favorece que estos grupos casi sean sociedades secretas con normas internas muy estrictas y con unos códigos, esta vez sí, internos que comprenden medidas como la expulsión del grupo.
FABIOLA DEL PILAR GONZÁLEZ HUENCHUÑIR

Película que no destaca precisamente por su técnica, pero con un interesante drama interno en el que la vida de un joven que empieza a salir del cascarón es el marco de la acción, su difícil relación con su novia, su frustración personal como estudiante, la difícil elección entre su futuro en el grupo de estudio y la lealtad al único que puede llamarse amigo, y las múltiples lecturas en clave pública que pueden extraerse, la convierten en interesante producto para reflexionar. No cabe, en este punto, hacer mucho caso del lema publicitario que servía de cuña para promocionar la película: “Tienes que elegir entre la chica que amas y el título por el que has trabajado toda tu vida. Tienes 30 segundos”. Cualquiera elegiría a la chica, sin duda.

Actores


John Houseman (Bucarest, Rumania, 22 de septiembre de 1902 - Malibu, Estados Unidos, 31 de octubre de 1988) fue un actor y productor de cine estadounidense.

Timothy James Bottoms (Santa Bárbara, California; 30 de agosto de 1951) es un productor de cine y actor estadounidense. Es famoso por haber sido intérprete de la película Johnny Got His Gun (1971) y La última película.

Lindsay Wagner (Los Ángeles, 22 de junio de 1949) es una actriz y modelo estadounidense. Es más conocida por haber protagonizado la serie de televisión The Bionic Woman.

Continuación

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