168).-¿Alguna otra pregunta, señor letrado?.-a
Cómo preparar un buen informe oral (I)
Con este post comenzamos una serie de tres entregas que vamos a dedicar a la elaboración del informe oral o de conclusiones. En esta primera entrega, a modo de anticipo introductorio de los posteriores posts, nos centraremos en algunos aspectos generales de la preparación del mismo.
Siguiendo a ORTEGA CARMONA, toda preparación del discurso debe partir del respeto a tres principios fundamentales:
1º.- Tomarse el tiempo necesario para el buen trabajo y preparación de cada caso.
2º.- Trabajar de un modo sistemático.
3º.- Trabajar creativamente, eso sí, a costa de tiempo y esfuerzo.
Dicho esto, para realizar una exposición de un informe forense acorde con las reglas de la oratoria, el abogado debe inexcusablemente haber estudiado a fondo el asunto objeto del litigio. No hay otra posible salida: se estudia detenidamente el caso, o, en caso contrario, nuestro informe será pura y simple hojarasca verbal repleta de carencias que sería inmediatamente detectada por el auditorio forense, situación ésta que no sólo constituye un riesgo grave para la defensa de los intereses de nuestro cliente, sino que a mi juicio puede considerarse una actuación que además de constituir una falta deontológica, supondrá un verdadero descrédito.
Ello es completamente lógico, ya que si el informe forense constituye una alegación en derecho sobre determinado asunto con una finalidad de persuadir al órgano jurisdiccional, qué duda cabe que el conocimiento del asunto integrado por los hechos, su valoración y el derecho aplicable, suponen los pilares sobre los que se va a sostener la exposición oral persuasiva. Si sabemos de lo que estamos hablando con conocimiento sólido y profundo, nuestra credibilidad ante el auditorio aumentará exponencialmente.
En cuanto al estudio del asunto, si bien cada letrado tiene sus propias reglas, lo cierto es que en este proceso existe un denominador común que es el disponer del suficiente tiempo para el estudio, o lo que es lo mismo, estudiar el asunto con la suficiente anticipación respecto de la vista oral. De este modo, nos aseguraremos que cuando llegue el momento de la elaboración del informe y su posterior exposición en sala, dispongamos de toda la información necesaria para emprender dichas fases con la suficiente eficacia. Por lo tanto, deben evitarse situaciones que todos conocemos, en las que el abogado deja para el último día el estudio del asunto y preparación del informe o incluso solicita a otro compañero, con nulo margen de tiempo, que le supla en la vista. En estos casos, el altísimo riesgo de fracaso se verá multiplicado por el acaecimiento de algún imprevisto, bien profesional o personal, que motive que no dispongamos apenas de tiempo para su preparación. Otra situación a evitar es aquella en la que el abogado, al haber defendido temas similares, confía en lo aprendido anteriormente, y deja que con su experiencia se resuelvan las dificultades. Sin embargo, en este caso no solo se olvida que no hay dos casos iguales, sino que los abogados o fiscales contrarios nunca actúan de la misma forma.
Respecto de la forma de estudiar el asunto, ya hemos dicho que cada abogado tiene sus propias reglas. En mi caso, para el estudio del asunto acostumbro a preparar un mes (a veces más tiempo) o quince días antes del juicio un plan de trabajo escrito en el que establezco los días, horas y materia que voy a ir estudiando de forma progresiva, con el fin de que el estudio continuado me permita ir repasando a fondo todo el material sobre el que ya he trabajado anteriormente (demanda y contestación; declaraciones de imputados o testificales, otras diligencias, etc..) para, una vez centrada la cuestión jurídica (a la que le dedico algunos días) me permita trabajar sobre los interrogatorios y finalmente el informe oral. Por lo tanto, el estudio previo al informe es una materia sometida a los principios de organización del tiempo y planificación, ya que sin estos difícilmente podremos abarcar todo el material y trasladar nuestros argumentos al informe forense.
Cómo preparar un buen informe oral (II)
Tras el detenido estudio del asunto, la preparación del informe constituye un ejercicio de reflexión estratégica, ya que cuando encaramos esta fase debemos sopesar todo el material estudiado con el fin de plantear la estrategia más acorde con nuestras pretensiones. Ya sabemos cuáles son los hechos; incluso disponemos de una idea aproximada de cómo se va a desarrollar la prueba; también sabemos las normas jurídicas, doctrina y jurisprudencia aplicables al caso. Ahora, por tanto, toca reflexionar y hacernos las siguientes preguntas: ¿cuál es mi propósito? ¿qué voy a decir? ¿en qué orden lo voy a hacer? ¿cómo lo haré?
¿CUÁL ES MI PROPÓSITO?
En cuanto a la primera pregunta y teniendo en cuenta que a través del informe forense pretendemos convencer y persuadir al Juez de la preferencia de nuestra argumentación sobre la del adversario, hemos de disponer con absoluta claridad de cuál o cuáles son los objetivos o propósitos que pretendemos obtener con nuestro alegato. Quizás, tengamos la tentación de afirmar, de forma general, que el objetivo es ganar el juicio. Sin embargo, esto no deja de ser una obviedad, ya que nuestro propósito debe ir más allá, a través de la creación de una serie de objetivos concretos que nos lleven finalmente a ese propósito más general. Con ello, lo que se pretende es que el abogado, al enfrentarse a la preparación del informe, sepa sobre qué argumentos, planteamientos o ideas quiere convencer y persuadir al juez. Una vez delimitadas estas ideas, ya dispondremos del norte necesario para poder avanzar en la elaboración del informe de forma organizada, coordinada y coherente.
Por lo tanto, a través de la respuesta a la pregunta ¿Cuál es nuestro propósito con el informe forense?, penetramos en la raíz del litigio y encontramos el por qué de nuestra intervención: probar determinados hechos y argumentar en derecho, ¿para qué?, pues para ganar el caso o para, en el supuesto de ser desestimada nuestra demanda, reducir al máximo el perjuicio que pudiera causarnos la pretensión económica de la reconvención. Ahora, con estos datos, ya podemos trabajar con más sosiego en la elaboración del informe, con la seguridad de que podremos trazar la ruta adecuada para llegar a nuestro destino.
¿QUÉ VOY A DECIR?
La respuesta a esta pregunta es sumamente sencilla: 1) hechos, 2) prueba de los hechos y 3) argumentos.
Efectivamente, el objeto del informe debe limitarse a exponer al Juez los hechos que consideramos han quedado probados; la fuente de dicha evidencia, es decir, la prueba; y con dicha base fáctica, los argumentos jurídicos en los que fundamos nuestra pretensión y aquellos que refutan la tesis contraria. Todo lo que no se circunscriba a dichos elementos sobra del informe, como sobran los juicios de valor, las opiniones y las afirmaciones y conclusiones, incluso jurídicas, que no se encuentren avaladas por una prueba. Ello es así dado que a la hora de resolver un caso, los jueces valoran primordialmente que la argumentación esté basada en unos hechos que hayan quedado debidamente probados, por lo que cualquier exposición que prescinda de estos elementos podrá sonar muy bien, pero carecerá del contenido necesario para persuadir. Lógicamente, en los supuestos en los que se debaten cuestiones exclusivamente jurídicas (la interpretación de una estipulación contractual), la base del informe serán los argumentos estrictamente jurídicos.
¿CÓMO LO VOY A DECIR?
Lo cierto es que el informe debe cumplir con los requisitos de organización y estructura. Un informe requiere que las ideas que lo componen se expongan de forma ordenadas para que lleguen al juez con la necesaria coherencia facilitando la comprensión de las mismas, y ello se consigue a través de la estructura, es decir, del cumplimiento de unas pautas técnicas que permiten que las ideas se expongan no solo ordenadamente, sino con coherencia, a través de su inclusión en el apartado más adecuado del informe. Por tanto, los hechos, pruebas y argumentos deberán no sólo exponerse integradas en cada uno de estos tres bloques, sino que además, dentro de los mismos, deberán seguir un orden lógico que permita continuar el hilo argumental iniciado con los hechos y que concluye con los argumentos. Con independencia de lo anterior, este conjunto ordenado de ideas deberá someterse a una estructura general propia de la división del informe.
Cómo preparar un buen informe oral (III)
La elaboración del informe oral no sigue unas reglas fijas, existiendo múltiples opciones como afirma el refrán «cada maestrillo tiene su librillo». Aquí es esencial el aprendizaje obtenido a través de la práctica que nos da la experiencia. En esta materia, soy de la opinión de que cada método será válido si el orador se siente cómodo y seguro para preparar la exposición. Por lo tanto, si bien podemos dar algunas ideas a modo de consejo, su eficacia dependerá del provecho que pueda extraerle cada uno.
La primera idea que hemos de transmitir, y que ya hemos apuntado con anterioridad, reside en que la elaboración del informe va de la mano del estudio del asunto, puesto que a través de esta fase, el orador puede ir obteniendo la información necesaria para la preparación del informe. Sólo a través del conocimiento del asunto, podremos organizar correctamente las ideas, puesto que de eso se trata, de sistematizar y organizar las ideas esenciales del caso en cuestión.
La lectura de los documentos rectores y fundamentales del asunto es indispensable para comenzar a elaborar el informe. Demanda y contestación; denuncia o querella y declaraciones; demanda laboral, etc…, constituyen documentos cuya detenida lectura nos permitirá extraer sin dificultades los argumentos claves de ambas partes. La obtención de tales argumentos se encontrará recogida de forma expresa en dichos escritos o, en su caso, podremos intuirla gracias a esa habilidad que disponemos los abogados para saber donde se encuentran los elementos esenciales del debate. Una vez dispongamos de los mismos, deberán sistematizarse a través del correspondiente esquema, cuya finalidad será ilustrarnos de forma rápida sobre los argumentos que ambas partes sostienen.
ESTUDIO_______ARGUMENTOS
Ya disponemos de los argumentos, pero somos conscientes de que estos se encuentran formados o tienen su origen por hechos cuya prueba será esencial para la estimación de los mismos. Nuevamente, espigaremos entre los escritos rectores y el resto de la documental obrante (por ejemplo, declaraciones de imputados, testigos, etc…) y relacionaremos los hechos vinculados de una u otra forma a los argumentos. Utilizando el mismo esquema, enlazaremos los hechos con cada uno de los argumentos.
ESTUDIO_____ARGUMENTOS______HECHOS
Normalmente, en esta fase es conveniente centrarse en los hechos que sustentan argumentos propios y que constituyen el objeto principal de nuestro trabajo, dejando para el final el trabajo asociado a los argumentos contrarios.
Ahora, una vez que disponemos de los argumentos y los hechos que los conforman, el siguiente paso es determinar la valoración de la prueba que va a acreditar los hechos y, finalmente, sustentar los argumentos. Esta fase es muy delicada, ya que al no haberse celebrado el juicio oral, desconocemos el resultado de la prueba. No obstante, podemos intuir el resultado de parte de la misma, especialmente la que hemos propuesto, si bien, insisto, nos enfrentaremos a otra prueba cuyo resultado desconocemos.
Con esta advertencia, trataremos de determinar que prueba, adecuadamente valorada, podrá evidenciar cada uno de los hechos y/o sustentar cada argumento. Las valoraciones dudosas o probables también pueden incluirse, si bien deberemos ser cautelosos sobre su eficacia futura durante el procedimiento. Nuevamente, siguiendo el esquema anterior, asociaremos cada prueba a los hechos y argumentos.
ESTUDIO______ ARGUMENTOS_______ HECHOS_________ PRUEBAS
Para completar el esquema, y en relación con la parte adversa, podemos realizar el mismo proceso argumentos/hechos/prueba.
Una vez concluido el esquema, disponiendo de todos y cada uno de los elementos necesarios para defender el caso y exponerlo oralmente, es cuestión de elaborar el informe oral por escrito, siguiendo las reglas de división del informe. Este informe escrito no debe ser muy extenso, pues la concreción y concisión de nuestra exposición oral debe germinar de un documento sencillo pero contundente en el que se excluyan las ideas superfluas que poco pueden aportar.
Es conveniente igualmente, una vez elaborado el informe escrito, redactar otro, a modo de guión o resumen del anterior, en el que únicamente recojamos la identificación del argumento, hecho o prueba.
Disponiendo del informe escrito, lo leeremos detenidamente hasta que nos familiaricemos con su contenido. Para ello, es interesante computar la duración de su lectura, para así buscar «huecos» en los que podamos dedicar el tiempo necesario (por ejemplo 10 minutos) para leerlo intercalándolo con otros trabajos. Esto nos permitirá no solo alcanzar un conocimiento completo de su contenido, sino igualmente corregir aquellos detalles y matices que, probablemente, consideremos merecen un cambio.
Estas primeras lecturas tienen que ser muy detenidas, tratando siempre de prestar la máxima atención al contenido del informe, pues es hora de fijar ideas y conceptos. Si hay distracciones, hemos de recapitular y empezar de nuevo.
También en esta fase es conveniente, bolígrafo, lápiz o rotulador en mano, ir destacando aquello que consideremos más relevante, indicando en el lateral del texto los símbolos que nos puedan ayudar a la más perfecta dicción del informe (pausas, silencios, entonación, etc…) Incluso, en ocasiones, ayudará a la comprensión realizar un dibujo que nos ayude a recordar una determinada idea, ya que está demostrado que las imágenes gráficas nos permiten asociar más fácilmente determinados conceptos.
Una vez familiarizados con el informe, es hora de trabajar con el guión. La mera enunciación de los conceptos básicos nos permitirá exponer, sin necesidad de lectura, las ideas esenciales del mismo. Aquí recomiendo recitar el informe, bien sea en la intimidad que nos proporciona nuestro despacho o incluso en nuestra vivienda. Verbalizar el informe es fundamental para asentar los conceptos y que queden perfectamente anclados en nuestra memoria.
A medida que se acerque el juicio, se irá depurando más y más el informe hasta que estemos plenamente preparados para su exposición
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