169).-El alegato y la atención del juez, ¿una ecuación de frágil equilibrio? a
La semana pasada organizamos en el despacho un curso interno dedicado a la preparación del juicio oral en el orden civil. Cada asistente preparó su esquema de trabajo habitual y lo fue exponiendo al resto de compañeros. Luego, una vez hubieron participado todos, procedimos a comentar las divergencias existentes, concluyendo en un modelo ideal para la preparación del juicio oral.
Sala vacía de un juzgado
Lo sorprendente del experimento, pues así podría denominarse, reside en que comprobamos que la práctica de cada abogado era completamente diferente, existiendo diferencias sustanciales en relación, al menos, con los siguientes aspectos:
La antelación temporal en la que comienza la preparación del juicio.
La comprobación de la efectiva citación de testigos y peritos.
El orden de preparación de los interrogatorios y el informe oral
La visualización de la audiencia previa.
El contenido del informe oral.
La forma de documentarse el informe oral (informe completo o guión)
El conocimiento del juez que va a dirigir el juicio.
El momento de reunirse con las personas intervinientes en el juicio.
El feedback tras la celebración del juicio.
Estas diferencias se manifestaron no sólo en la distinta forma de gestionar alguno de dichos trámites, sino igualmente en cuanto a que, en ocasiones, éstos se omitían completamente.
La pregunta que nos hicimos fue ¿Seríamos más eficaces si modificáramos nuestra forma de preparar el juicio oral incorporando nuevos trámites o suprimiendo algunos innecesarios? ¿Es suficiente con lo que venimos haciendo para preparar eficazmente el juicio oral?
Como siempre, la respuesta a esta cuestión es muy compleja, dado que como todos sabemos, en la preparación del juicio oral intervienen múltiples factores que van a condicionar la misma. A modo de ejemplo influirá nuestro estado anímico, motivación por el asunto, escasez de tiempo para la preparación del mismo, etc…, circunstancias éstas que indudablemente repercutirán en la calidad de la preparación. Ahora bien, lo cierto es que la organización del proceso de preparación del juicio partiendo de unos principios de racionalidad pueden ayudarnos a ser más eficaces, ya que a través del establecimiento de unos hitos sucesivos que conduzcan a un objetivo final (una intervención óptima en el juicio), nos permitirá lograr, al menos, los siguientes objetivos:
1º.- Preparación de nuestra intervención (interrogatorios e informe oral) con un sólido conocimiento de los hechos debatidos y de la fundamentación jurídica aplicable.
2º.- Ahorro del tiempo que, al faltar el necesario orden, perdemos durante el proceso de preparación.
3º.- Sensación de eficacia y efectividad que nos ayudará a continuar con la preparación del mismo.
4º.- Mayor resistencia a ceder ante otras tareas o compromisos que, frente a nuestro objetivo serán considerados como ladrones del tiempo.
5º.- Seguridad antes y durante el juicio, reduciendo los niveles de temor escénico (para los abogados más nóveles) o excesiva tensión (abogados más expertos).
6º.- Reducción al máximo de situaciones de falta de reacción ante posibles imprevistos.
Sirva por tanto este post como anticipo de otro futuro en el que expondremos con detalle la estructura que consideramos más ajustada a la preparación eficaz del juicio oral.
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