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218).-Los diez beneficios que aporta la oratoria a los abogados.-a

 

Carla Nicol Vargas Berrios


La teoría nos enseña que en un ordenamiento jurídico como el chileno, gracias a la reforma judicial al comienzo de siglo XXI,  en cuyos procesos judiciales prevalece el principio de oralidad, el conocimiento, aprendizaje y puesta en práctica de las normas esenciales de la oratoria es imprescindible para los abogados del siglo XXI.
Pero, la cuestión que se nos antoja fundamental es conocer los beneficios que la oratoria nos aporta en la práctica, máxime cuando esta cuestión suele resolverse con una sencilla (aunque insuficiente) remisión a la capacidad de persuadir y convencer que otorga la oratoria. Y decimos insuficiente, pues como veremos, las ventajas y beneficios que nos brinda a los abogados el conocimiento de las reglas oratorias van más allá de su propia finalidad persuasiva.
En este post, a modo de decálogo, vamos a examinar los beneficios que nos aporta la oratoria forense, que no olvidemos, es el género de la oratoria practicada en los actos procesales (audiencias y vistas) ante los Juzgados y Tribunales de Justicia, a través de la cual las partes, o con mayor frecuencia sus letrados, resumen ante el juez o los magistrados los hechos, las pruebas y los fundamentos de derecho que apoyan su tesis y su petición de un pronunciamiento favorable a los intereses de parte (MAJADA).

Vayamos pues con los beneficios de la oratoria:

1.-Desde una perspectiva general, la oratoria, a través de sus normas y reglas, será para el abogado un auxiliar poderoso para que el Tribunal acepte sus ideas y resuelva la controversia.
2.-Igualmente, continuando en la perspectiva general, a través de la oratoria, el abogado logrará disminuir o reducir el valor de los argumentos contrarios.
3.-El abogado, a la hora de preparar sus argumentos y la defensa frente a la refutación de los mismos, desarrollará el pensamiento estratégico, el cual le será muy útil en su ejercicio profesional, incluso cuando no intervenga ante los tribunales.
4.-El estar continuamente alerta y preparado para rebatir argumentos, impugnaciones o cualquier otra cuestión, la oratoria favorecerá su agilidad mental e intelectual, la cual se mostrará no solo en sala, sino durante la preparación del juicio. La atención centrada es por tanto consustancial al orador.
5.-La oratoria permite al abogado ser un gran comunicador, y ello a través una exposición más clara, directa y natural que facilita y potencia la comunicación necesaria entre el abogado y el Juez.Pero esta facilidad de comunicación no se limita al ámbito forense, sino que lo excede y se desarrolla en otros ámbitos profesionales y personales.
6.-La seguridad que proporciona el dominio de las reglas oratorias, consustancial al dominio de la materia tratada, fomenta la capacidad de improvisación y los reflejos del abogado, lo que le ayudará a reaccionar en situaciones imprevistas que suelen producirse en los actos judiciales con ingenio.
7.-El dominio de las técnicas oratorias proporciona la seguridad al abogado que le ayudará a superar el miedo y el temor escénico habitual antes y durante sus intervenciones en sala y poder así actuar con el aplomo propio de alguien preparado para convencer a través del uso de la palabra.
8.-La oratoria hace al abogado más organizado, pues aquella requiere de orden, estructura y mucha disciplina a la hora de preparar nuestras intervenciones (informe oral, interrogatorios, etc…) y, cómo no, durante las mismas.
9.-La oratoria nos permitirá acceder a conocimientos vastos y profundos de otras disciplinas, ya que los abogados tratamos con asuntos que no se limitan al conocimiento de la ciencia jurídica, sino que ésta debe aplicarse a situaciones de la vida real que afectan a todos los órdenes de la existencia humana (psicología, técnicas de comunicación, lenguaje verbal, no verbal, gramática, cultura general, etc…).
10.-Y como no, una buena preparación oratoria favorecerá la seguridad y confianza del abogado en sí mismo, incrementando con ello suautoestima profesional, muy positiva para disfrutar de los éxitos y afrontar los fracasos.
Pensamiento estratégico, agilidad mental, atención, comunicación, persuasión, capacidad de reacción, seguridad, organización, autoestima.

En definitiva, el abogado debe esforzarse por conocer las reglas de la oratoria y de su estrategia, procurando con ello formarse de manera continua y permanente, lo que sin duda alguna llevará a que el abogado no solo será más eficaz en la defensa de sus clientes, sino que contribuirá a su propio desarrollo profesional y personal.


  

Cicerón


Cicerón, el mejor abogado de Roma

Un gran literato y mejor letrado, Cicerón ha pasado a la Historia como uno de los personajes clave de toda la Antigüedad.
Con una sólida formación jurídica en Roma y de filosofía en Grecia, Cicerón es uno de los personajes clave de toda la herencia cultural de la Antigüedad. Su fama inicial se debió a su brillantez como abogado en el Foro, defendiendo casos en los que la alta política estaba siempre presente, lo cual le supuso buenos contactos para iniciar una carrera brillante a pesar de ser un provinciano novus homo sin antecesores de importancia. Así, pudo ir escalando peldaño a peldaño todos los puestos que forman el cursus honorum o currículo de un romano bien situado hasta alcanzar el Senado. En el año 63 fue elegido cónsul y su mayor momento de gloria se debió al descubrimiento de una conspiración protagonizada por su rival Sergio Catilina. Ferviente partidario de Pompeyo, no intervino en el asesinato de César pero se alineó con los conspiradores, lo cual acabó colocándole en la lista de proscritos elaborada por Marco Antonio, lo que provocó su muerte violenta.

Sin embargo, la fama de Cicerón se debe sobre todo a su brillantez como orador y político: famosos son sus discursos en defensa de numerosos casos difíciles, muchos de los cuales aún se conservan completos, entre los que destaca el de C. Verres, en el que participó como abogado de la acusación. Sus Verrinas siguen siendo una obra maestra del discurso jurídico y de recopilación de datos para el sumario. 
Otros tienen un contenido a favor de determinadas leyes, casi siempre en apoyo de las medidas que promovían los partidarios de leyes o ayudaban a éste en su escalada política, hasta su culminación en la obra De legibus, (Sobre las leyes).

Su calidad como autor literario está presente en diversas obras poéticas y en sus traducciones de obras griegas. Es precisamente la ingente labor de Cicerón como comentarista de piezas de filosofía griega lo que más ha perdurado de él, pues creó el vocabulario básico en lengua latina de la filosofía griega clásica y cuya influencia se rastrea en los primeros Padres de la Iglesia, como san Ambrosio o san Agustín.

 

 

CICERÓN COMO ORADOR. LOS DISCURSOS.

Aunque la obra de Cicerón abarcó muchos géneros, fue la oratoria el que le llevó a sobresalir entre sus coetáneos y el que le sitúa hoy en un puesto de excepción en el marco de la literatura universal. Conservamos un total de cincuenta y ocho discursos de Cicerón, de forma íntegra o casi íntegra, aunque tenemos noticias y fragmentos de muchos otros que, por desgracia, se han perdido de forma aparentemente definitiva.
El estilo retórico de Cicerón es uno de los más cuidados y pulidos de toda la retórica latina. En ellos, el orador pone en práctica todos los principios desarrollados por la oratoria griega: división del discurso en partes muy marcadas, adecuación del tono y los periodos sintácticos a cada una de las partes...
Podemos diferenciar sus discursos en privados (aquéllos que pronunció para defender causas particulares como abogado) y políticos (aquéllos que pronunció ante alguna asamblea o comicio).

-Discursos privados

Cicerón logró desde muy joven una notable fama como abogado, un trampolín desde el que pudo saltar, no sin dificultades, a lo más alto de la política romana. Al comienzo de su carrera, la primacía en cuanto a la oratoria forense la tenía Hortensio, pero muy pronto el joven Cicerón eclipsó a este aristócrata y se convirtió en el letrado más prestigioso y deseado por los ciudadanos que tenían que defender una causa ante los tribunales. La preferencia de Cicerón fue siempre actuar como abogado defensor, un papel en el que se sentía más a gusto que en el de fiscal de la acusación. Por este motivo, la mayoría de los discursos que hemos conservado son defensivos. Sólo al comienzo de su carrera o cuando los lazos personales o las obligaciones políticas le llevaron a ello, Cicerón aceptó ejercer el papel de acusador, un papel en el que, incluso contra su voluntad, alcanzó grandes éxitos.

In Verrem

Una serie de discursos que supusieron el salto definitivo a la fama de Cicerón como abogado y como orador. Tras haber ejercido con honradez y entrega el cargo de cuestor en Sicilia en el año 76 a.C., Cicerón se ganó en la isla una gran red de clientes y amigos. Por este motivo, cuando los sicilianos llevaron a los tribunales al gobernador Cayo Verres, eligieron a Marco Tulio Cicerón para que representara sus intereses. El encargo era todo un reto, habida cuenta de que Verres formaba parte de la aristocracia más poderosa surgida tras la dictadura de Sila y que el encargado de defenderle era Hortensio, el mejor orador de su tiempo. Sin embargo, el joven Cicerón supo doblegar con la fuerza de su oratoria todos estas dificultades, logrando que Verres perdiera el proceso y aumentando de este modo su propio prestigio. De los cinco discursos que hemos conservado, no todos llegaron a pronunciarse, pues la causa de la defensa, abrumada ante la gran cantidad de pruebas que Cicerón presentó en sus primeras intervenciones, decidió retirarse como mal menor que atenuara la condena de Verres.

Pro Milone

Una de las piezas oratorias más conocidas y de más perfecto acabado de toda la obra de Cicerón. Milón era un aristócrata conservador que había decidido oponerse al populista Clodio con sus mismas armas: reclutamiento de bandas y enfrentamientos callejeros para desestabilizar la situación en Roma. Tras numerosas luchas, se produjo un encuentro fortuito entre Clodio y Milón, acompañados de sendos séquitos armados. En la lucha que siguió al encuentro, Clodio perdió la vida, y Milón fue acusado de su muerte. Cicerón, satisfecho al ver que su antiguo enemigo había sido suprimido, se apresuró a defender al promotor del asesinato poniéndose a su servicio como abogado. Sin embargo, la situación en distaba mucho de ser idónea para que se desarrollara un juicio limpio sin presiones. El clima de violencia obligó a Pompeyo a ocupar con sus tropas los principales puntos de la ciudad, y fue en ese contexto en el que se celebró el juicio. Cicerón intentó en su discurso poner de relieve la inocencia de su defendido, algo complejo habida cuenta de que todos los indicios apuntaban a su implicación directa en la muerte de Clodio. El juicio se saldó con la condena de Milón, aunque para entonces el aristócrata ya había partido al exilio.
Cicerón fracasó en su objetivo de salvar a Milón de la condena, pero consiguió elaborar para ello uno de sus más cuidados y célebres discursos. El Pro Milone que nosotros conocemos es, de hecho, una reelaboración del discurso original pronunciado ante los tribunales, un texto en el cual Cicerón pudo poner todo su arte retórico con calma y tiempo. El propio Milón al leer aquel discurso desde el exilio exclamó que, de haber sido aquella versión la pronunciada, él mismo continuaría sin duda en Roma.
Discursos cesarianos
Bajo este nombre suelen agruparse los discursos que Cicerón pronunció durante el tiempo de la dictadura de César, un periodo durante el cual el Arpinate se retiró de la vida política. Sólo rompió su retiro para interceder ante el dictador por algunos de sus amigos condenados o en riesgo de serlo, como era el caso de Marcelo, aristócrata en el exilio por haber apoyado a Pompeyo en la guerra civil, o el rey Deyotaro, monarca oriental que se había opuesto a César durante a contienda.

-Discursos públicos

De lege Manilia

Siendo Cicerón pretor, se debatió en Roma la necesidad de entregar a Cneo Pompeyo un mando extraordinario para acabar con la guerra que enfrentaba desde décadas atrás a Roma con el rey del Ponto Mitrídates VI. Tal concesión era defendida por una propuesta de ley llevada a la asamblea por el tribuno de la plebe Manilio, uno de los hombres de Pompeyo en Roma. Cicerón aprovechó esta ocasión para congraciarse con el general y su círculo de influencia, y pronunció un largo discurso en el que alababa los éxitos de Pompeyo y la necesidad de que la República le concediera todo cuanto éste necesitara para acabar con la guerra en Oriente. En su discurso, Cicerón desgrana toda una serie de argumentos: la necesidad de defender las ricas provincias orientales, la perfidia de Mitrídates, la incapacidad de los generales que hasta el momento habían dirigido las campañas... El resultado de este genial discurso fue la aprobación de la ley Manilia, la concesión a Pompeyo del mando en la guerra contra Mitrídates y la entrada definitiva de Cicerón en el círculo de los políticos pompeyanos.

De lege agraria I-III

Al comienzo de su consulado, Cicerón tuvo que hacer frente a una propuesta de ley que amenazaba uno de los que para él eran los principios básicos de la República: la integridad del erario público. Un tribuno de la plebe, Servilio Rulo, pretendía hacer aprobar una ley agraria según la cual se repartirían entre la plebe las tierras de ager publicus que quedaban en manos de Roma. Cicerón consideraba que cualquier ley agraria era un atentado contra el Estado y contra la propiedad privada, motivo por el cual puso todo el poder de su oratoria contra la rogatio del tribuno de la plebe. El resultado son tres discursos (hemos perdido alguno de los que conformaba el total de los pronunciados), ante el pueblo y ante el Senado, en los que Cicerón demuestra su maestría a la hora de adaptar sus argumentos al público que conformaba su auditorio. El resultado fue la retirada de la propuesta de ley y un fortalecimiento considerable de la autoridad del cónsul.

El momento álgido del consulado de Cicerón llegó con el descubrimiento de la conjura de Catilina (ver biografía). Ante la amenaza que pendía sobre la República, el cónsul utilizó sus discursos para hacer ver a los senadores la necesidad absoluta de actuar de forma enérgica contra los conjurados para evitar que estos redujeran a cenizas la ciudad de Roma. En sus cuatro discursos contra Catilina, Cicerón va desgranando la perfidia de este personaje junto con sus intenciones criminales. El resultado fue la huida de Catilina para reunirse con las tropas que le aguardaban al norte de Roma y la inmediata detención y condena a muerte de sus principales seguidores. Gracias a esto, Cicerón fue saludado como salvador de Roma y padre de la patria. Los discursos contra Catilina se cuentan entre las piezas más célebres de toda la literatura latina, hasta el punto de que varias generaciones de estudiantes aprendieron sus primeros rudimentos de latín sobre este texto, hoy considerado ya un clásico inmortal.

Discursos tras el regreso del exilio

Como hemos detallado en su biografía, Cicerón sufrió un duro exilio debido a las maniobras de Clodio para apartarlo del poder. Acusado de haber condenado a muerte a ciudadanos romanos sin juicio previo, el Arpinate fue condenado a abandonar Roma e Italia durante un periodo indeterminado de tiempo, y sólo la caída de Clodio permitió que se facilitara su regreso. Durante su ausencia, sin embargo, sus enemigos habían logrado confiscar todos sus bienes, y entre ellos el más preciado, su casa del Palatino. Clodio había ordenado derribar la casa de Cicerón y construir en su lugar un templo dedicado a la diosa Libertad. Tras su regreso, el orador hizo grandes esfuerzos para que sus bienes le fueran restituidos, y para ello pronunció varios discursos sobre diversos temas, ante el Senado y ante las asambleas.

Filípicas

Los catorce discursos conocidos como "Filípicas" suponen el momento cumbre de la producción retórica de Cicerón. Nunca antes, el Arpinate había estado tan a la altura de las circunstancias históricas ni había puesto tanta energía en una causa como la que desarrolló en estos tiempos. Las "Filípicas" son los discursos que Cicerón pronunció para atacar a Marco Antonio después de que éste tratara de monopolizar en su favor la herencia de César para asegurarse una parcela de poder en la República. Su nombre proviene de la semejanza de estos discursos con los pronunciados por el orador ateniense Demóstenes en los que atacaba al rey Filipo de Macedonia en el siglo IV a.C. En esta ocasión, sin embargo, la oratoria de Cicerón so sirvió para salvarle ni a él ni a la República romana. El joven Octavio, que se había puesto en un primer momento del lado de Cicerón, le traicionó y firmó una alianza con Marco Antonio y Lépido, formando el llamado "segundo triunvirato". La unión de estos tres personajes les llevó a hacerse con todo el poder en Roma y a poder desatar a su capricho una cruel represión contra sus enemigos. Antonio no olvidó las acusaciones e insultos vertidos contra él en las Filípicas, y se aseguró de que el nombre de Cicerón figurara el primero en una larga lista de personas que debían ser ejecutada

 


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