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50).-Literatura y derecho. “HAMLET” de SHAKESPEARE. a

FABIOLA DEL PILAR GONZÁLEZ HUENCHUÑIR


PALABRAS DE CLAUDIO, hermano del viejo Rey de Dinamarca Hamlet y tío del Príncipe Hamlet. Claudio, usurpa  el trono después de asesinar a su propio hermano a quien le vertió veneno en su oreja mientras dormía pacíficamente en su jardín. Posteriormente se casa con su cuñada Gertrudis, se convierte en el Rey de Dinamarca  y pasa a ser simultáneamente el tío y padrastro del joven Hamlet.


Sucio es mi delito; su hedor llega hasta el cielo.
Lleva la marca de la más antigua de las maldiciones:
asesinar al hermano. Quisiera rezar, pero no puedo.
Y aunque es mi inclinación tan grande como mi voluntad,
la fuerza  de mi delito vence a la de mi deseo.
Soy como esos hombres que, sujetos a dos tareas,
quedan paralizados, sin poder comenzarlas,
Desatendiéndolas a un tiempo. ¿Será que esta
abominable mano
se ha encallecido con la sangre fraterna?
¿No queda lluvia en el bendito cielo
para dejarla limpia, blanca como la nieve?
Misericordia, ¿para qué sirves, sino para mirar al
delito cara a cara?
¿Y la plegaria? ¿No es doble su virtud?
¿No previene el pecado y perdona
tras la caída? A lo alto he de mirar.
Cometí ya mi pecado. ¿Cuál será la oración
que sirva a mi propósito? ¿Diré perdón por mi crimen?
No…, no puede ser, puesto que estoy en posesión de todo
lo que me hizo matar: mi corona,
mi ambición, mi reina. ¿Ser perdonado
y retener todo aquello que es fruto del crimen?
En el proceder corrupto de este mundo,
la mano dorada del delito puede aplastar las leyes;
también vemos a menudo cómo el perverso lucro
puede sobornar la justicia. ¡Pero nunca en el cielo!
Allí no cabe el engaño, y la acción muestra allí
Su verdadera naturaleza, nos obliga a enfrentarnos,
cara a cara, con nuestras faltas en toda su evidencia
¿Qué hacer entonces? ¿Hay algo que yo pueda hacer?
¿El arrepentimiento? ¿Y si no puedo arrepentirme?
¿Qué hacer cuando el arrepentimiento no es posible?
¡Miserable es mi estado! Oscuro es mi corazón como la muerte,
Oh, alma mía, prisionera, que cuanto más luchas por liberarte
más te atenazan tus ligaduras. ¡Vosotros, ángeles del cielo, ayudadme!
¡Afanaos! ¡Doblegaos, obstinadas rodillas! Ablanda
tus fibras de acero, corazón, hasta que sean como las de un recién nacido.
Todavía hay remedio.


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